Ahora,
una flor que no
reconoceré
está brotando en un
campo
de la provincia de
Buenos Aires,
en este momento,
un caballo deja su
pisada lenta
de barro
al borde de una
bebida,
justo ahora,
un pájaro trina de
hambre,
y otro de seducción,
para el
apareamiento...
es posible que
ahora,
la rama de un árbol
se resquebraje por
el viento,
que una mora caiga
del árbol,
que una gota que
parece de vidrio
descienda
con lentitud
por la corteza de un
pino,
que un ave abra su
pico
alrededor del cuerpo
blando y húmedo
de un gusano de
tierra...
justo ahora, sin
duda,
el pasto se inclina,
los árboles se
balancean,
la tierra se agrieta
o se moja,
el cielo se nubla o
se limpia,
las hojas tiemblan y
alguna hoja se cae...
y yo,
que estoy en otro
sitio,
que veo las calles
pasar ligero,
la sucesión de los
automóviles,
siento en mí la
vida lenta del campo,
su pequeña
variación,
su movimiento, su
modificación...
y yo,
que no estoy allá,
presiento sus
vibraciones,
en mí,
sus formas
cambiantes,
su quietud aparente,
también,
y su pudor...
y sin embargo,
nada habrá cambiado
cuando volvamos allá...
el campo, como los
hijos,
es una extensión
que nos devuelve
siempre
a la primera vez que
lo vimos vivir.