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viernes, 8 de marzo de 2024

Hermoso es ver los círculos del agua

 

Hermoso es ver los círculos del agua

cuando cae al agua una piedra,

hermoso es ver los dibujos del río

cuando sube de a poco a la arena,

hermoso es ver los círculos del agua,

pero no es alegre, Macarena.



Hermoso es ver el pasado del mundo

en la luz azul de las estrellas,

hermoso es sentir que otro tiempo

viene en la noche que llega,

hermoso es ver el pasado del mundo,

pero no es alegre, Macarena.



Hermoso es ver llegar las golondrinas

a la voz de una orden secreta,

hermoso es sentir en la especie

algo más que cada una de ellas,

hermoso es ver llegar las golondrinas,

pero no es alegre, Macarena.



Hermosa es la expansión del universo

y en lo vasto las galaxias que se alejan,

hermoso es ver después pasar la luna

como un ave indiferente que vuela,

hermoso es la expansión del universo,

pero no es alegre, Macarena.



Alegre era verte bailar por la casa

sin mover los pies de la tierra,

alegre era verte salir cada día

del sueño, de tus ojos con niebla,

alegre era el tiempo con vos,

porque alegre eras vos, Macarena.

viernes, 1 de marzo de 2024

La piedad


Hace un tiempo conocí a un hombre,

sin excesiva gracia,

que seducía mujeres

(o se dejaba sabiamente seducir),

incansablemente,

en lo posible hermosas,

o al menos comprensivas,

se acostaba con ellas,

las quería con locura,

con honestidad,

eso decía,

al menos una noche,

y luego,

a la mañana siguiente,

a la luz ya clara del día,

como en una nueva bienvenida,

casi nuevos,

casi otros,

con la risa nueva en el rostro,

les contaba todo lo inconfesable

de sí,

cosa que con nadie más hacía,

y eso era todo,

y luego,

con una pena ya conocida

o acostumbrada,

y sin lamento,

no las volvía a ver,

nunca más,

pues no toleró nunca, decía,

en sus rostros,

el gesto de la lástima o del horror,

ese lago de sangre,

decía,

en el que nunca se quiso mirar.


Y yo,

que apenas lo podía entender,

nunca supe si condenarlo,

por cobarde o por canalla,

o admirarlo,

por mostrar las migas del horror,

así decía,

la miseria de sí

ante lo que se ha querido,

aunque sea una vez,

y evitar después,

como un ser orgulloso o estoico,

la compasión ajena,

que es otra forma de la propia piedad.


Es posible que ellas tampoco quisieran,

después de todo,

volver a verme,

decía,

y así les evito la deshonra,

el desengaño de la propia bondad,

la horrible misericordia,

el asco, incluso,

la incomodidad de la culpa.


En mí dejó algunos pocos secretos,

muy pocos,

y superficiales

(es decir magníficos,

ideales),

que por otra parte sé que fueron aquellos,

prolijamente hermosos,

increíbles,

que él mismo y cuidadosamente

inventó para sí,

como otro lago,

como una íntima creación.

domingo, 18 de febrero de 2024

Padre río

 

Río,

yo preciso de vos para ocultarme,

para vivir sin mí,

para olvidarme,

para salir de mí,

poco a poco,

para dejarme.


Río,

yo preciso de vos para los ojos,

para pasar por mí

tu gusto a lodo,

para volver a mí,

sin palabras,

vivir sin otros.


Río,

yo preciso de vos como un amante,

puedo vivir sin vos

y puedo amarte,

dejar el corazón,

otras veces,

en otra parte.


Río,

yo preciso de vos como un amigo,

que no mire lo gris

que me ha traído,

y en el agua se va,

otra vez,

lo que se ha ido.


Río,

yo te quiero escribir para borrarme,

para ser una flor

que crece en sangre,

otro río nacer,

otro río,

en otra carne.

miércoles, 7 de febrero de 2024

A la orilla de un río

(Un poema de amor)


Estamos lejos,

los pasos de la orilla

son infinitos.


Vuelco mi mano,

puedo tocar el agua,

pero no el río.



Estamos cerca,

puedo escuchar tus aves,

sentir las olas.


Los ojos fijos,

las luces que te extienden,

tu lado en sombra.



Somos ajenos,

somos la cercanía

de dos extraños.


Sobre tus líneas,

descanso la mirada

color del barro.



Somos lo mismo,

dos seres que han dejado

que Dios los cree.


Me iré al alba,

la noche es un milagro

de vida breve.

domingo, 4 de febrero de 2024

Prefiero el río

 

Prefiero el río,

su cuerpo blando,

la impureza del agua.


No estamos limpios,

como ese río,

que ensucia lo que lava.



Como el sonido,

estamos hechos

de todo lo inaudible.


En algún sitio,

te está llamando

lo mucho que perdiste.



Prefiero el río,

su olor a viejo,

sus aguas derramadas.


Como nosotros,

no sabe nada

de todo lo que guarda.



Somos su orilla,

somos lo ajeno,

por eso nos ignora.


No busca nada,

apenas deja

las algas que lo flotan.



Prefiero el río,

su voz de ave,

su luz abandonada.


Como él crecemos,

bellos y solos,

como él que llega y pasa.



No puede oírnos,

no siente nada,

ni siquiera desprecio.


Cuando te vayas,

llevame al río,

que en el río me duermo.


lunes, 29 de enero de 2024

Que sólo el río es eterno


Todo era inmenso,

todo era paz y armonía,

todo era bueno,

y el río no se movía.


Todo era calma,

todo era luz en el día,

todo era extenso,

y el río no se movía.


Y tu vestido,

y vos sentada en la piedra,

y el río inmenso,

como si nada ocurriera.


Y tus palabras,

tus ojos llenos de arena,

y el río antiguo,

como si nada ocurriera.


No supo el río

la fe creciendo en el tiempo,

ni el miedo grande

de hacer un mundo de nuevo.


No supo el río

que sólo el río es eterno,

ni el fin de todo,

ni el llanto sobre lo muerto.


Todo era inmenso,

todo era paz y armonía,

todo era bueno,

y el río no se movía.


Todo era calma,

todo era luz en el día,

todo era extenso,

y el río no se movía.

viernes, 19 de enero de 2024

Poemas heroicos I

 

Los árboles alineados,

la forma que dibuja la sombra,

el amplio río ondulado,

inocente de todo

lo que a la costa le roba.


Los pájaros invisibles,

los caballos sueltos y lejanos,

las ventanas de otra gente,

la vida breve y ajena

que a veces le imaginamos.


Las notas altas del canto,

la belleza en otros idiomas,

las moras altas del árbol,

el sol cayendo en vano

sobre un lado de las hojas.


La extensa mano estirada

hacia un tren que parte sin deseo,

el amor que llega tarde,

la forma de la Virgen

hecha de musgo y anhelo.


Los versos que recordamos

de otros, tan propios y tan ajenos,

pues Dios nos hizo tan cerca

de todo lo que amamos,

que amamos y no tenemos.