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martes, 21 de septiembre de 2021

Elegía XV

 

Mirar un pájaro,

línea por línea,

pluma por pluma,

detenidamente,

después,

mirar una hoja,

la curva de sus bordes,

su textura, su forma,

la trama de sus arterias,

imaginar la savia,

luego,

que corre por dentro,

silenciosamente,

sentir

en esas cosas que dios no tiene prisa,

quizás tampoco motivo,

razón,

para seguir creándonos,

incansablemente,

y aún así,

misteriosamente nos crea,

cada día,

nos da sus leyes,

sus formas,

sentir también

que las palabras son como manos,

entonces,

tan sólo manos,

señalando las cosas,

que la sustancia está en los ojos,

en el tacto,

en lo invisible,

en lo cálido de nuestra circulación

silenciosa,

en lo involuntario,

en lo incorregible de nuestro diario jadeo,

incluso en el tiempo,

que nadie ve pero ocurre,

mirar un pájaro,

decía,

línea por línea,

pluma por pluma,

demoradamente,

una larga mañana de domingo,

y pensar,

después,

que si dios viviera,

si dios estuviera acá

con nosotros,

en esta larga mañana de domingo,

que nunca pasa,

estaría orgulloso de sus hojas,

de sus mañanas,

de sus pájaros.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Elegía XIV

 

Y ahora nos parece más hermoso,

más elegante, más complejo,

más civilizado,

el pensamiento de Darwin,

sus ideas simples y extensas,

que aquella imaginación algo torpe,

algo primitiva,

ingenua o desprovista de magia,

o gracia,

de un dios creador,

de un dios que prefiere la rapidez de la creación

completa , definitiva, rígida,

como con prisa,

como si de un dios ansioso se tratara,

a la transformación gradual,

múltiple y lenta,

minuciosa y lenta

y material  de todo lo existente,

ahora nos parece más hermosa la voluntad

de un increíble primer pez,

digamos,

buscando sobrevivir,

llevando lejos su forma,

corriéndola sin apartarse

de sí,

su manera de desplazarse bajo el agua,

la fortaleza de sus órganos,

la resistencia de la vida dentro del agua,

su fuerza, su velocidad para el combate,

para la reacción,

su color incluso,

la sagacidad de sus ojos para afirmar

su predilección por la vida,

por seguir estando acá,

de este lado de las cosas,

el único acaso,

hoy nos parecen hermosos,

más precisos,

quizás porque preferimos los mecanismos,

los sistemas,

las ramificaciones,

la inteligencia de todo,

nos parecen más preciosos los millones de años,

los cientos,

los miles de millones de años

que demoró dios en crear a Adán y a Eva,

minuciosamente,

el roble y el ciprés,

el canto del zorzal a la mañana,

el juego del ajedrez,

la palabra nostalgia,  primavera,

nocturno, quietud,

la plaza un domingo a la tarde,

la música de Vivaldi,

un hombre esperando el tren,

a vos yéndote una mañana,

para siempre,

en crear al mismo Charles Darwin,

también,

que celebró esa demora,

esa complejidad,

esa perfección azarosa,

la vida incesante,

la eficacia de sus leyes duraderas,

la variedad de la vida creciendo de a poco,

de isla en isla,

de jardín en jardín,

de árbol en árbol,

de pájaro en pájaro,

mecánicamente,

invisible de tan gradual,

hacia nada,

hacia esa magia,

ese vértigo

que ahora mismo sucede,

mientras alguien traza con dedicación la superficie blanca

y otro,

del otro lado, ojalá,

recoge los signos dibujados,

ya fuera del agua,

con el mismo miedo involuntario a la muerte,

con las mismas ganas de llevar lejos su forma,

invisiblemente,

para vivir,

bajo las mismas leyes de dios.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Elegía XII

 

Saber que podemos prescindir de todo,

o de casi todo,

esa conciencia,

nos otorga una serenidad,

una suerte de paz,

una quietud,

a la vez que un gran fondo inaudible, creo,

de tristeza,

de comprensión,

que ninguna otra cosa nos podría enseñar,

saber que el agua en la que nadamos,

ayer,

las piezas del ajedrez con las que jugamos,

el tablero,

los padres que tenemos,

los amigos que queremos,

la mujer con la que estamos,

podrían faltar,

alguna vez,

y todo seguiría,

y de algún modo nada faltaría,

quizás porque ya sentimos que nada del todo poseemos,

que nada realmente nos hace falta,

también,

nos entrega,

nos arroja a la vida con una crudeza,

con una desprotección,

con una desnudez

que nos vuelve inmunes, increíblemente,

a casi todo,

la mujer que nos dice que se va,

la hermosa gata blanca y gris que cruzó el tapial,

el amigo que viaja,

la cuerda rota de la guitarra,

la luz que se corta,

la lluvia que interrumpe,

la lesión que nos derrota,

todo eso que nos separa del encuentro,

ha ocurrido tantas veces ya,

hemos sobrevivido tantas veces,

que sabemos, creemos saber ya,

que todo es innecesario,

profunda y dolorosamente innecesario,

incluso lo más querido,

las piedras que tirábamos al cielo de chicos,

los libros que leímos,

el polvo de la mesa de luz que soplamos,

el cono de luz de la lámpara,

los pájaros que conocimos,

sabemos, digo, profundamente sabemos

que la vida no lo requiere del todo,

entonces algo se corta para siempre,

después,

después de ese sentimiento,

después de esa conciencia irreversible,

de esa revelación,

algo se corta para siempre,

no sabemos del todo si es sabiduría o incapacidad,

esa renuncia,

sabemos que es eso lo que ocurre piel adentro,

allá donde no ingresan las ideas,

las palabras,

los buenos pensamientos,

los consejos,

en ese fondo tan humano en donde estamos solos,

tan solos,

en donde todo lo necesitamos, tal vez,

y podemos prescindir también de casi todo.