Buscar este blog

jueves, 31 de julio de 2014

nocturno


a la noche
la lengua
trabaja con la vida

preciso es el día
para el trabajo
nocturno
con la lengua

a veces da miedo
que el sol no caiga

antes
cuando vivían mi abuelo
un caballo y un olmo
no era precisa la lengua

era rápido el caballo
claro
y el abuelo escribía sin renuncia sobre el yunque

martes, 29 de julio de 2014

Variaciones sobre un tema de Alejandra


quizá no importe la tecla que se oprima
si el hombre sabe tanto y siempre de imposible
y el hombre oprime ya la tecla del teclado
aunque presiente una clausura de infinito
por qué se oprimen dios las teclas del teclado
si hace mil años que el hombre muere y las oprime
por qué se oprimen las mil teclas del teclado
sin en una gota de sudor está todo el abecedario
y más
y mejor
y además otra cosa

lunes, 28 de julio de 2014

Los caballos III

"Oh, why did I go down
the rabbit-hole?"


Un caballo atado debajo de un olmo.
Todo lo demás es dudoso.

La infancia


Me preguntó si había leído La isla del tesoro.
Le respondí que no.
Me dijo si acaso yo no había tenido infancia.

Me preguntó si había visto la película La gran aventura.
Le respondí que no.
Me dijo si acaso yo no había tenido infancia.

Me preguntó si conocía la historia de Pinocho, de Blancanieves, de Cenicienta.
Le respondí que no.
Me dijo si acaso yo no había tenido infancia.

Le pregunté si alguna vez había cruzado descalzo, sin riendas, la pampa a caballo.

miércoles, 23 de julio de 2014

los trabajos y los días


cuentan 
que el día que nací
no hubo signos ni prodigios
fue una mañana cálida de hospital
la enfermera que me vio una vez no me vio más
la noche no se hizo milagrosamente en pleno día
no brotaron araucarias surreales en los cielos del parquet
no hubo ángeles ayunando en la llegada
no hubo hadas irisando la partida
cuentan
que el día en que moriré
nuevamente
no habrá signos ni prodigios
el mundo ha sido justo 
creo
el mundo ha sido cauto en no hacer gestos que tarde o temprano hubiera tenido que desmentir

los caballos


con el cuerpo lleno de pastillas
ando
atado a un asco que me reclama
ruego
divulgo lo ajeno y sin pasión
tiemblo
me oculto del goce que me demanda
y bebo
de los árboles que antes no bebía
y lluevo
sobre el suelo que antes me ajaba
me diluyo
con el alma llena de caballos
voy
y vuelvo
tras un galope profundo que me silencia


viernes, 18 de julio de 2014

La tenue dicha


recoger los signos sin prisa
conducir sin prisa
amanecer sin prisa
entrar al sueño sin prisa
deglutir sin prisa
sorber el agua sin prisa
descansar sin prisa
cansarse sin prisa
replicar sin prisa
cantar sin prisa
escoger los signos sin prisa
demorar sin prisa
abandonarse sin prisa
renunciar sin miedo

martes, 15 de julio de 2014

Borges o La invención de lo impensable


Este texto nació de un texto que nació de Borges, podría decir, para empezar estas palabras.
Borges se ha derramado sobre el idioma. No son pocas las esquinas en las que me he encontrado con una frase, una palabra, una pausa, una idea, una cadencia, un adjetivo que dijo o pudo haber dicho ese viejo argentino que dejó la piel en Ginebra.
Borges se ha derramado también sobre las artes. En todo lo apócrifo está Borges, en todo lo falso, en todo lo dudosamente falso o verdadero se ha derramado la savia de Borges.
Borges se ha derramado también en la cara visible del mundo. No hace falta haberlo leído para vivir en un mundo por el que ha pasado con huella el creador de un cuento memorable debido a la justa conjunción de una enciclopedia y un espejo.
Borges ha dejado aclarado también, como un rey que rige más allá de la Academia, cómo es la manera conveniente de hablar, cómo es preciso escribir y una futura y perentoria valuación.
Eso y muchas cosas más nos ha dejado como tesoro y peso este muchachito porteño que tenía muy claro allá por los 20` que, vaya a saber de qué modo, la palabra Borges iba a dejar rápidamente de ser un nombre propio para pasar a ser una firma, y dejar luego de ser una firma para ser un modo, un hábito, una cultura.
Pero como dije al comienzo, este texto nació de otro texto. Ese texto fundador es el Prefacio a Las palabras y las cosas, de Foucault. El filósofo francés, para empezar, explicita la fuente de su argumentación venidera. Ha nacido de un texto de Borges. En él se propone, rigurosa y genial, una clasificación absurda, una taxonomía sin criterios evidentes o con muchos criterios, lo cual no es muy diferente, nacidos en apariencia de un capricho. A la cita de esta clasificación del texto borgeano, Foucault contrapone, para diferenciar, una típica imagen surrealista: un paraguas sobre una mesa de disección. La imagen surrealista, dirá Foucault, es “pensable”, es “concebible”, más allá de su extrañeza o dislocación. La clasificación de Borges, en cambio, no. Al menos en el estadio actual del pensamiento. De las ideas o los modos de pensar posibles. Hasta ahí Foucault.
Mi pretensión en estas líneas no es crear nada nuevo sino extender y dimensionar lo que a la pasada dice admirablemente el francés. Borges no se limita a dejar a la posteridad una clasificación “imposible”, Borges hace de lo “imposible”, de lo “impensable”, de lo “inconcebible”, una parte no menor, dada su relevancia, de su poética.
Impensable es un círculo pequeño en un sótano porteño desde el cual se podrá mirar el planeta desde todos los puntos de vista posibles, en todos los tiempos y en simultáneo, bajo una mera calle de Buenos Aires. Impensable es la memoria imposible de un uruguayo que recuerda todas y cada una de las nervaduras de todas las hojas de un monte que ha visto una sola vez. Impensable es un mundo que contiene innumerables mundos paralelos que se bifurcan, convergen, divergen o jamás se tocan, según las decisiones de los hombres. Impensable es un libro infinito cuya primera y última páginas son esperablemente inaccesibles o inexistentes. Impensable es una biblioteca de infinitos hexágonos. Impensable es un disco de una sola cara.
No entro en detalles porque me interesa menos lo minucioso que lo conceptual. Insisto. Sólo dilato (este verbo lo aprendí de él) y enfatizo una cosa que ya vio Foucault. Desconozco si fue Borges el primero en llevar lo fantástico hasta lo inconcebible. No ignoro, en cambio, que fue él quien le dio fama a un montón de estos artefactos que el lenguaje refiere, alude, sugiere, pero no representa, que no podría representar. Y es que se trata de lo irrepresentable, también.
Borges llevó la literatura hacia todos los extremos. La sacó de la cancha. Y es por eso que me gusta la metáfora del derrame. Fue genial y fue célebre. Cosa que no muchos se permiten. Dejó una literatura que consiente a pensar el universo. Pero también dejó una literatura para que piensen otros, en un futuro, con otro “estado de mente”. A ellos quizá no los trascienda y otro será el Borges que lean. A nosotros, desde hace ya más de medio siglo, Borges nos reclama una moneda que aún no acuñamos.



domingo, 6 de julio de 2014

La ceremonia


Alojado ya en la parte más impropia del pozo, el tiempo supo darme los modos necesarios para la ceremonia. Empezaría, supe después, por las extremidades. Con los brazos fue de a poco, claro, para no dejar nunca de ser clásico. Las vísceras, a despecho del asco, fue quizá la parte más vital y silenciosa. Nadie, o apenas yo,  pudo ver la ceremonia. Fue preciso que el rito avanzara para entender las variaciones de un cuerpo deglutido. Un hombre salió de un pozo, tiempo después, dicen, como si nada.