Quiero tener una vida que te contenga,
quiero tener un jardín,
tiempo libre,
árboles crecidos entre nosotros,
árboles jóvenes
y árboles para ver llegar,
que nos muestren el tiempo suyo,
el tiempo inflexible de su vida,
quiero necesitar de vos cuando me llegue la fiebre,
o la vacilación, o la miseria,
o la felicidad, también,
quiero no renunciar nunca a ese estado
frágil de beatitud,
de esperarte,
quiero cerrar la puerta y que me esperes,
abrirla y que me esperes,
pedirte por favor,
decirte adiós y gracias,
compartir el agua y el pan,
no poder hacer del todo mis cosas sin tu aprobación,
sin tu juicio,
sin tu silencio, o tu bendición,
quiero tener una vida que te suponga,
que te postule,
que te lleve en sí como una causa,
quiero construir una vida con patios, con rutas,
con escaleras,
con juegos de mesa,
con campos, con naranjas,
con árboles de manzanas,
con argumentos amplios sobre Dios,
quiero una vida con almuerzos, con cenas,
con vida de entrecasa,
con ropas desinteresadas,
raídas o buenas,
con balcones, con terrazas,
con bailes fragmentarios e imprecisos,
con guitarras,
con pérdidas, con celebración,
quiero un viaje interminable que comience ahora,
en este justo momento,
¿sabés?
una procesión,
un suelo en que a lo largo del día,
pero también en lo más trivial de tu ausencia,
y cuando llegue la noche,
se escuchen de nuevo tus pies.