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sábado, 27 de septiembre de 2025

Balderrama. Un acto de comprensión.


La poesía no es, a mi juicio, o no debiera ser, antes que nada, un saber decir, o peor, un creer que se sabe decir, sino, casi que por el contrario, como sin duda le hubiera gustado al bueno de Sócrates, un saber, a secas, un entender. Sin ese acto de comprensión, de nuevo a mi juicio, no hay riqueza, no hay tesoro. Claro que luego no hay que descuidar las formas, es claro, y es mejor conocer bien el arte de elegir, combinar y disponer las palabras, porque, al menos en la técnica, la poesía es, claro, un arte verbal.

Son esas comprensiones las que les agradecemos infinitamente a los pocos grandes poetas que en el mundo han sido y a los muchos grandes hallazgos desperdigados y anónimos de la poesía.

Ahora hace un tiempo que pienso solo en Castilla. Tardé décadas en entender lo que seguramente otros comprendieron al instante y que Manuel expuso con claridad. ¿Recuerdan la zamba Balderrama? Dice: A orillitas del canal, / cuando llega la mañana, / sale cantando la noche / desde lo de Balderrama. Me resulta tan evidente ahora, que un poco me avergüenzo de haber demorado tanto en comprender. Dice “cuando llega la mañana, / sale cantando la noche”. Hay que ser muy sensible para haber comprendido eso. Cuando pasamos por lo de Balderrama, allá en Salta, por el boliche donde se toma, se come y se canta folclore, ya de mañana, lo que sale cantando es la misma noche, la noche de adentro del boliche. Es decir, dos tiempos, mágicamente, conviven. Hay que ser muy curioso para haberle prestado atención. Hay que estar de algún modo en otro lado para ver la magia en lo cotidiano. Y más adelante, sigue: Zamba del amanecer, / arrullo de Balderrama, / llora por la medianoche, / canta por la madrugada. ¿Quién otro, antes o mejor, habrá entendido esta costumbre de las fiestas peñeras? El centro de la noche es triste, se comparten el dolor y las nostalgias (“llora por la medianoche”). Pero la madrugada, como si nos quisiéramos preservar de la vida diurna que llega, es festiva, alegre, más liviana. (“canta por la madrugada”).

Y es en esa madrugada, cuando ya ha pasado quizás todo el vino, en el que alguien, cualquiera de nosotros, pasa por la orillita del canal, por la orilla de la fiesta, de día ya, y ve y oye y siente que lo que sale de Balderrama es aún, increíblemente, el corazón mismo de la noche.

Gracias Manuel Castilla. Gracias a la buena poesía que busca y dice a veces estas cosas.

lunes, 8 de septiembre de 2025

Elogio de la lentitud


Lento es el río,

lenta es la sangre en el hombre que sueña,

lenta es la savia,

lenta es la marcha en la playa de arena.


Lento es el sol,

lenta es la luna en la noche de un hombre,

lento es el campo,

lento es el hondo gemido de un monte.


Lentas las aves,

lento es el cielo que guarda su vuelo,

lento es el árbol,

lento es el tiempo que empuja en el trébol.


Lentos los hijos,

lento el secreto rocío hasta el alba,

lento es un rezo,

lento es el tiempo piadoso que sana.


Lento es amar,

lenta es la mano amorosa y precisa,

lento es vivir,

no querer nada que pase de prisa.

jueves, 15 de mayo de 2025

Tus ojos, María

 

Tus ojos, María,

el perfume de tu llegada,

tu punto de sombra

en los ojos,

tu risa silenciosa,

tu sombra contenida,

tu gesto inquieto,

tus palabras rectas,

tu mano cadenciosa,

tu forma de callar,

tu prisa, María,

siempre

por estar donde llegaste,

donde querías estar,

los pájaros de la tarde,

el ciprés,

tu manera de mirar,

tu calma por el aire,

tu fe, María,

en una cosa vasta

que no pudiste encontrar,

por fin tu desencanto,

María,

tu destino de niña,

tus dedos dibujantes,

tu alma en otra parte,

tus palabras vanas,

tu forma de decir,

tus ojos, María,

tus ojos que no olvidan,

tu blusa,

los brillos de tu cartera,

tu don de sonreír,

tus pies, María,

el sonido de tus pasos,

tus sandalias,

adónde nos lleva la vida,

tu forma de partir.

lunes, 7 de abril de 2025

Entre millones de mundos posibles

 

Entre millones de mundos posibles

ocurrió éste,

en el que vos y yo,

un día y por casualidad,

nos encontramos,

y después,

un día y quizás también por casualidad,

distraídamente,

y ya para siempre,

nos abandonamos.

viernes, 21 de febrero de 2025

Una vida de Buda

 

Como la tragedia griega,

la naturaleza,

ella también,

no sabemos bien si por decoro,

o por pudor,

oculta la muerte...

la oculta en sus pájaros,

en sus animales,

en sus hombres,

como si se sintiera avergonzada

o culpable, tal vez,

o infame,

de matar diariamente,

a plena luz del día,

aquello que ella misma

y sin coacción,

ha criado.


Como Siddharta,

un día en el camino

descubrimos,

nosotros también,

que vamos a morir,

algunos lo hacen para siempre,

otros, casi todos,

apenas con interés,

intactos,

y pasan toda la vida,

esa vida,

como flotando,

en una triste inmortalidad.


Cada miles de años,

sin embargo,

se dice,

nace Buda,

y él sólo es el que sabe.


El aire insípido del mundo,

mientras tanto,

pertenece a todos,

los otros,

nosotros,

los insulsos,

los livianos,

los incomprensibles,

los que caminan por el agua incolora

sin mojarse,

siquiera,

las ramas de los pies.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Oda a Schopenhauer

 

Mirar una hoja,

quedarse en la hoja,

morirse del árbol.


Llegar a un camino,

oír lo que pasa,

ser sólo ese oído.


Andar suavemente,

pisando sin peso

la prisa de otros.


Volver poco a poco,

es otro el que espera

que vuelvas a casa.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Ahora, el campo

 

Ahora,

una flor que no reconoceré

está brotando en un campo

de la provincia de Buenos Aires,

en este momento,

un caballo deja su pisada lenta

de barro

al borde de una bebida,

justo ahora,

un pájaro trina de hambre,

y otro de seducción,

para el apareamiento...

es posible que ahora,

la rama de un árbol

se resquebraje por el viento,

que una mora caiga del árbol,

que una gota que parece de vidrio

descienda

con lentitud

por la corteza de un pino,

que un ave abra su pico

alrededor del cuerpo blando y húmedo

de un gusano de tierra...

justo ahora, sin duda,

el pasto se inclina,

los árboles se balancean,

la tierra se agrieta o se moja,

el cielo se nubla o se limpia,

las hojas tiemblan y alguna hoja se cae...

y yo,

que estoy en otro sitio,

que veo las calles pasar ligero,

la sucesión de los automóviles,

siento en mí la vida lenta del campo,

su pequeña variación,

su movimiento, su modificación...

y yo,

que no estoy allá,

presiento sus vibraciones,

en mí,

sus formas cambiantes,

su quietud aparente, también,

y su pudor...

y sin embargo,

nada habrá cambiado cuando volvamos allá...

el campo, como los hijos,

es una extensión

que nos devuelve siempre

a la primera vez que lo vimos vivir.