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lunes, 13 de septiembre de 2021

Elegía XIV

 

Y ahora nos parece más hermoso,

más elegante, más complejo,

más civilizado,

el pensamiento de Darwin,

sus ideas simples y extensas,

que aquella imaginación algo torpe,

algo primitiva,

ingenua o desprovista de magia,

o gracia,

de un dios creador,

de un dios que prefiere la rapidez de la creación

completa , definitiva, rígida,

como con prisa,

como si de un dios ansioso se tratara,

a la transformación gradual,

múltiple y lenta,

minuciosa y lenta

y material  de todo lo existente,

ahora nos parece más hermosa la voluntad

de un increíble primer pez,

digamos,

buscando sobrevivir,

llevando lejos su forma,

corriéndola sin apartarse

de sí,

su manera de desplazarse bajo el agua,

la fortaleza de sus órganos,

la resistencia de la vida dentro del agua,

su fuerza, su velocidad para el combate,

para la reacción,

su color incluso,

la sagacidad de sus ojos para afirmar

su predilección por la vida,

por seguir estando acá,

de este lado de las cosas,

el único acaso,

hoy nos parecen hermosos,

más precisos,

quizás porque preferimos los mecanismos,

los sistemas,

las ramificaciones,

la inteligencia de todo,

nos parecen más preciosos los millones de años,

los cientos,

los miles de millones de años

que demoró dios en crear a Adán y a Eva,

minuciosamente,

el roble y el ciprés,

el canto del zorzal a la mañana,

el juego del ajedrez,

la palabra nostalgia,  primavera,

nocturno, quietud,

la plaza un domingo a la tarde,

la música de Vivaldi,

un hombre esperando el tren,

a vos yéndote una mañana,

para siempre,

en crear al mismo Charles Darwin,

también,

que celebró esa demora,

esa complejidad,

esa perfección azarosa,

la vida incesante,

la eficacia de sus leyes duraderas,

la variedad de la vida creciendo de a poco,

de isla en isla,

de jardín en jardín,

de árbol en árbol,

de pájaro en pájaro,

mecánicamente,

invisible de tan gradual,

hacia nada,

hacia esa magia,

ese vértigo

que ahora mismo sucede,

mientras alguien traza con dedicación la superficie blanca

y otro,

del otro lado, ojalá,

recoge los signos dibujados,

ya fuera del agua,

con el mismo miedo involuntario a la muerte,

con las mismas ganas de llevar lejos su forma,

invisiblemente,

para vivir,

bajo las mismas leyes de dios.

3 comentarios:

  1. Hermosísimo. Recolección de esos signos graduales...naturales. Gran pez. Yo siento...que D/dios está allí. Albricia poética. 🍷Salute👓

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  2. Hola, Marisa! La verdad es que yo no tanto. Dios me funcionó como metáfora de un orden, pero también, o sobre todo, porque el mismo Darwin lo creía. Dios no creó las cosas, pero sí las leyes, pensó, y de esa manera quedó salvada la divinidad, la inteligencia creadora. Gracias por la lectura. Beso!

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  3. Clarísimo...va por ahí, gracias. (Comentario anterior propio...puso en tu texto...cuestiones /creencias personales. Pero sí...en línea con Darwin, se salva la divinidad como inteligencia). 👍👓

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