Podría decir, en esta canción,
en este lado de la noche, Lucía,
que carezco enteramente de pasado,
que cada vez que amo, lo hago, quisiera decir, Lucía,
por primera vez,
que cada vez que nos encontramos, lo hacemos,
quisiera decir, Lucía, por primera vez,
que camino hacia adelante sin acumulación,
sin pérdida,
todo y nada de nuevo, siempre,
sin repetición, sin resta, sin retorno,
y es probable que no mintiera, Lucía,
¿por qué lo haría?,
y estuviera diciendo, en cambio,
toda la verdad, y a la vez,
pequeña Lucía,
al decirlo puedo sentir, como una involuntaria traición,
que inútil y absurdamente, sin voluntad,
¿sabés?, miento,
¿pues qué me trajo a esta mesa de bar?,
¿quién pidió un trago para no estar tan solos, vos y yo,
Lucía?,
¿por qué te sonrío buscando tu encanto,
el brillo transparente de tu cara, tu satisfacción?,
¿cuáles son las palabra con las que te digo la verdad, Lucía?...
quisiera decirte, vuelvo a decir, Lucía, que carezco de
pasado,
no sé del todo por qué,
y sería cierto, quizás en algunos instantes,
pues aún no hemos perdido del todo la capacidad de amar,
cantar o llorar, o reír,
por primera vez,
pero también debiera decir, íntima Lucía,
para no dejar de sentirme verdadero,
que todo lo que ves, ahora, estas manos, esta media risa,
esta manera de reclinarme para dejarte contar,
porque me gusta escucharte reír y contar,
es una suerte de aparición,
de fantasma, de sombra o de luz, transitoria,
que viene del fondo mismo del pasado,
¿me seguís?,
que estamos acá en esta mesa de bar, vos y yo,
desconocida Lucía, entre esta gente a la que no les
importamos,
ni nos importa,
todos los que fuimos,
los que perdieron, los que quisieron y no pudieron,
los que cayeron, los que se rebelaron,
los que adrede o sin querer, laceramos,
y también los que olvidamos,
que este presente, querida Lucía, apenas existe,
ahora, en la inmensidad oculta del tiempo,
y sin embargo no tenemos nada más, ahora,
que esta mesa y este bar,
y nosotros solos,
¿no es poco, verdad?,
y esta copa que se agota y me enfría las manos,
y esta charla imperfecta, que pronto olvidaremos,
en la que hablamos del canto, de la vida y del canto,
aparecida Lucía,
pues a los dos nos gusta cantar,
y que el futuro será también de ellos,
ínfima, infinita, irrepetible Lucía,
de todos ellos,
de vos y de mí y de todo lo demás,
que pedirán un trago más, ahora,
y luego se irán,
pues quizás no se han gustado del todo,
y a la mañana siguiente algo en mí buscará
de nuevo en la palabra, como siempre,
como antes,
desde el fondo de los tiempos,
la comprensión imposible de los caminos,
de los únicos posibles caminos, quizás
(pues sabremos de nuevo que es nada la voluntad,
la decisión, el albedrío),
que como sombras inocentes, quizás anónimas,
juntos sólo por azar,
hemos sensiblemente andado.
Bello decir amigo mío. Ya está robado. Gracias.
ResponderEliminarGracias, querido, Francisco! "Cómo le iban a robar... ni queriendo a Don Juan Riera, si a los amigos les dejaba, de noche, la puerta abierta". Abrazo!
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