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lunes, 5 de abril de 2021

Elegía VII

                                                               a Ulises

En el ajedrez a veces pasa,

te dejás una pieza,

un alfil, la dama, la torre,

da igual,

te dejás la pieza,

estabas pensando en atacar,

estabas pensando en otra cosa,

en conquistar la pieza enemiga,

quizás,

en conseguir la ventaja,

en estrategia,

y te olvidás de defender,

y ya está,

es un segundo,

una vez que hiciste el movimiento en falso,

cometiste el error,

la pieza ya es del otro,

o de nadie,

da igual,

y ya no es lo mismo,

no exagero,

tu ánimo,

el ánimo del rival,

las condiciones objetivas del juego,

(tenés una pieza menos),

todo cambió en ese gesto equivocado,

en esa omisión,

en ese olvido temporal,

en esa distracción,

y nada es igual, creéme,

podés seguir jugando, claro

(podés incluso ganar),

pero el golpe ya fue dado,

cómo decirte,

como un velo que se cae o se desgarra,

algo así,

te dejaste la pieza,

ya no está en el tablero,

es así, no está,

pero no es sólo eso,

(es que quizás no es ni siquiera eso),

es el desgarro del velo,

la realidad a secas,

ya se ve y es más oscuro todo,

más opaco, menos vívido,

menos interesante, tal vez,

más transparente,

y te cubre el enojo,

claro,

deberías haberla cuidado

(ese caballo, esa torre),

era tu responsabilidad,

no hay más nadie que vos en ese lado del tablero,

y sin embargo es así,

a veces pasa,

nada excepcional,

un descuido,

un rapto de ansiedad  o de codicia,

o de abandono,

no sé,

atacaste con la pieza que no estaba defendida,

o la olvidaste,

y quedaste vos ahora como indefenso,

vulnerable, no exagero,

como desnudo,

imaginátelo así,

dibujalo en la mente,

(hagamos el ejercicio),

estás vos,

en una habitación semivacía,

desnudo,

inerme,

casi desolado,

en silencio,

delante de un tablero,

como si nada,

jugando al ajedrez.                                                      

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