Puedo imaginar un mar nocturno,
un mar que crece hacia la costa,
o el polvo suspendido en el aire
que busca el vidrio de las copas.
Puedo imaginar una paloma
herida de muerte por la piedra,
o una flor derramada en el agua
después que ha pasado la tormenta.
No puedo imaginar tu silencio,
el lado estéril de la cama,
la casa sin ecos de otra voz,
la voz que no llega a la palabra.
Puedo imaginar la vía láctea
sobre un campo que sigue hacia el cielo,
las gotas de lluvia de una tarde,
los álamos blandos por el viento.
Puedo imaginar la luna inmóvil
la noche que bailamos en un patio,
o un pie descalzo por la calle,
la tierra convirtiéndose en barro.
No puedo imaginar el regreso,
sin vos al otro lado de la puerta,
sin gesto de risa al despertar,
la casa que aún no está despierta.
Puedo imaginar los filamentos
que envuelven el hilo de una cuerda,
y una guitarra sola en el cuarto,
sola como una playa desierta.
Puedo imaginar un haz de luz
entrando sin esfuerzo por el agua,
un barco varado en altamar,
un pueblo corrido por la lava.
No puedo imaginar los domingos,
la quietud de las noches inmensas,
las cosas que aún llevan tu nombre,
todo lo que te vas y se queda.
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