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sábado, 21 de enero de 2012

El disminuido

A Al-Altiyo Fuentes, mi amigo invisible

"El llanto y la escritura no son prácticas del mismo orden. 
Por suerte los escritores nunca terminan de aceptarlo."
Mi abuelo 

Hay veces que me quedo hueco. Caído. Que me adelanto a mi desaparición. Empiezo por perder lo hombros. Luego se me caen las manos. No pasa mucho tiempo que empiezo a perder los dedos de los pies y los tobillos. Es difícil caminar entonces. Pero eso no es todo. Cuando empiezo de esa manera, yo sé cómo termina. Es incalculable el tiempo. No sé cuanto pasa, pero sí, seguro, el instante siguiente es el de la caída de las piernas, las caderas, el abdomen, los brazos, los ojos, la columna, la saliva, las orejas, la boca, las entrañas, los párpados, la frente, los dientes, y finalmente el cuerpo entero. Es en ese momento en el que empiezo a sentirme disminuido. Por suerte casi siempre me queda la cabeza prácticamente intacta. Uno o dos dedos. Y algunos ventrículos del corazón.

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