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sábado, 4 de agosto de 2012

Non omnis moriar

Los pintados pájaros, dijo Blake, y me arregló la tarde. Lo dijo en un poema lánguido, frívolo a nuestra sensibilidad futura, reconocido a nuestros ojos viejos o aún por nacer. Los pintados pájaros, dijo, y me salvó el día frío de lluvia, la tarde gris del invierno, la prevista noche.
     Dijo los pintados pájaros y me quedé preguntando si el semioculto, pasajero rinconcito de un poema salva un resto acaso indefendible. Siempre me lo he preguntado. No creo que él haya previsto, visionario aún como era, mi alegría venidera. Porque lo dijo al pasar, casi entre paréntesis lo dijo, como se arroja una piedra indistinta a un río insensible y neutral. Menos lo puso que lo dejó. Pero lo dijo. Los pintados pájaros dijo y siguió (saltó, se fue, se perdió, se olvidó) diciendo quién sabe qué cosas acerca de la risa, creo, acerca de la infancia, intuyo, acerca de otras cosas. Y me arregló la cara, los ojos difusos.
     Soy injusto y lo sé. Caprichoso. Pero cada uno muerde por donde le da la boca. Y yo me quedé con ese mordisco sonso quizás, pero que se me vuelve poco a poco tan íntimo como un recuerdo incompartido, como una noche reiniciada interminablemente en sueños. Soy injusto con su esfuerzo, lo sé, con su talento, con su esmero tal vez, su oficio o su espera. Pero ese trago me quedó. Los pájaros pintados. No quiero saber por qué. No importa. Y no quiero que se me vaya. Ese costado del whisky fue el que me mordió en la garganta.
     A veces pienso, sin embargo, si la poesía no es eso. Un mordisco ilógico en cualquier parte. Y nosotros una boca abierta hacia el cielo cuando llueve. Me pregunto si la poesía se lee, se mira, se observa o se ve. Que menos se lame que se muerde. Que menos nos moja que nos mancha. Y que no seca. Los pintados pájaros, dijo Blake. Esa es la cuestión. Quién sabe por qué. Quién sabe si mi poema fue el de él, el de otros, el de todos. Sé que no. Sólo puedo decir una simpleza. Una verdad. Por un momento largo cuya duración no quiero saber, un hombre se fue de mí. Y ya no sabrá jamás si llovía.
     

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