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miércoles, 24 de octubre de 2012

Fe de erratas


 a Stand Shephard

¿Y cómo unas tardes tan agradables
como las del Colorado
con sus granjas y sus acequias
y sus sombrías cañadas
puedan producir un insecto
como el insecto
que picó a Stan Shephard?

En el camino; Jack Kerouac.

No. Acá hay un error. Grave. Deben haberse mezclado las páginas, cruzado los libros. Es un equívoco. Una fe de erratas. Se debe poder salvar. Yo firmo. No. Tiene que haber solución. Vos con ella, ella con vos. Allá. No, no, no. Esto debe arreglarse o escribirse de nuevo. La cosa no es así. Se mezclaron los personajes, los lugares, las calles. Esto es un escándalo. No lo puedo permitir. Tiene que ser un error. O vos no sos vos o ella no es ella. No. De ninguna manera. Esto está mal escrito. Negligencia, ironía o perversión. Alguien debe intervenir. A mí me pagan para que lo haga, lo sé hacer, les juro, déjenme que lo escriba de nuevo. Esto es promiscuo, sádico, inaceptable. Pero en qué momento pasó. Cuándo fue que la historia se desmadró. Se fue al carajo, quiero decir, perdón. Estoy confundido. Yo sé escribir, discúlpenme la jactancia, pero hace mucho que lo hago. Déjenme prestarles mi ayuda. No tardaré mucho. Es cambiar algunas fechas, un par de nombres, modificar levemente algunos olores, unos colores, un par de sillas, la voz de un teléfono, un número en la guía. No puede ser. Debo haber leído mal. Y si no por qué no terminó antes. Con qué derecho la historia va adonde quiere. Quién lo hizo. Por qué. Con el permiso de quién se escriben los libros y se imprimen, y se leen y ya no hay reescritura posible. Tiene que haber un párrafo que yo no leí, alguna hoja volada, un par de frases en que me distraje, en que me fui. La historia no iba para ahí. Este no puede ser el final. No sólo por inverosímil sino por grosero y sórdido. Quiero una pluma. Una hoja. Quiero el libro. No puede ser otra cosa que una errata. Un error de impresión. Y sé que todavía la puedo salvar. 

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