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lunes, 29 de octubre de 2012

Del otro lado de mí


Mi pasado es promisorio, lo sé. Y no obstante nada me exime del miedo entrañable de la esquirla perdida, entre calle y calle, del fuego cruzado, ni bien abandono la interioridad abierta de mi jaula. Ajeno a todo voy adentro de un hombre que me llama yo. Camino atento a la pólvora inocente que sin dura caerá, y cae, de las obras en construcción, de las ventanas abiertas de las escuelas, de los almacenes, de las manos abiertas de los amigos, de las rondas, de los juegos, de la risa, de las ramas, de los pájaros armados. Decido caminar por el medio de la ruta, cauto, para que no me pise ningún hombre, ningún perro, ningún llanto de bebé, la ternura de ningún gesto. Tengo el cuello entrenado para ver detrás de los árboles árboles, detrás de los gritos gritos y de los hombres hombres. Llevo conmigo la cautela de estar muerto. Eso me tranquiliza a veces. Detrás de mí vienen ellos aunque no lo sepan.  Están ciegos pero llevan una daga en la inocencia. Todo puede lastimarme si no les antepongo las pastillas entre su amor y mis reparos. Todo puede fracasar si no tomo las drogas que me prescribe el recuerdo. Voy desnudo aunque parezca que voy sin cuerpo. Los tajos que ven acá, les juro, fueron besos. Tengo todo lo que necesito para ser herido sin odio en cualquier esquina por la bala asustada y sin sentido de la amistad. Te quiero. Eso sí. No lo niegues. Pero de a poco y no mucho y ya está. No te preocupes por mí. Mi olvido, mi agua está en el retorno. Cuando beban de mí, quiero que lo sepan, no me busquen la copa para chocarla. No me busquen los labios en la boca. No me busquen el cuerpo en la sombra. No me busquen raíces del otro lado de mí. Estaré a salvo mañana. Cuando amanezca. No sé si habrá sol. He olvidado casi todo lo que me queda de futuro.

4 comentarios:

  1. Paso poco, pero siempre me voy bien atendido.

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  2. Es que la verdadera forma de amar, y ajeno que resulta al yo humano, es amar sin que esperemos nada a cambio...

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    Respuestas
    1. Sí, es un ideal que no deberíamos dejar de querer, Anna.

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