Sabés qué nos
diferencia a vos y a mí, María,
qué nos distancia,
qué nos aleja,
o al uno del otro
nos extraña…
Sabés qué tejidos,
qué leve espesor de
la sangre,
y translúcido,
el tiempo aún no ha
dejado
en la fina trama de
tus venas,
María…
Sabés, perfecta
María,
que el tenue tango
que nos fue creciendo
con el goteo del
tiempo,
esa suerte de
música,
lleva escrito en su
partitura, como una seña,
con una suave
ironía…
Ya no es la queja,
no, María, ni el llanto,
ni la culpa de la
vida,
ni la vida de los
otros, no, María,
lo que nos crece con
el tiempo,
sin querer,
como una marca más
de eso que inevitablemente
y de a poco,
imperceptiblemente,
ya somos,
o de eso en lo que
nos hemos ido transformando,
con cada cierre de
telón,
con cada apagón de
la luz,
con cada
derrumbamiento,
con cada rayo
cegador...
Eso que nos crece,
María,
es una suerte de
ironía,
inofensiva, María,
inocente,
además,
quizás invisible a
los demás,
quisiera hacerme
entender,
porque un día
cualquiera,
un día anodino como
los otros,
vos también lo vas
a sentir, quizás,
y será como una
niebla,
o gotas ínfimas en
lo claro de un vidrio,
así lo sentimos,
María...
Y entonces sucede
que así,
un día que no
conocemos,
nos apasionamos con
ironía,
parece mentira,
¿no?,
alegremente,
amamos con ironía,
¿me creés?,
porque amamos,
incluso nos
ilusionamos, también,
ya no como chicos,
ya no,
claro,
con un fondo medio
triste
y medio sabio, creo
yo,
de esa dulce
protección de la ironía…
Y esa es la carta
que ya tenemos de más…
Y no es que no
sufra, María, no,
claro,
no es que no ame,
mucho menos,
ni anhele,
ni quiera con vos
pasar toda la vida,
aunque sea un
momento,
que será también
toda la vida,
no es eso, tenés
que saberlo,
sólo es que entre
el deseo,
el amor, la ilusión,
incluso entre esta
fascinación que no te miento,
y yo, cómo decirlo
de otro modo,
transita siempre esa
fina red de la ironía,
que nos resguarda,
María,
que no nos salva,
siquiera,
que apenas nos
guarece,
nos confirma de
nuevo lo que antes ya sabíamos…
Te amo con locura,
María, a veces incluso,
como ahora,
mientras escribo
estas líneas,
con desesperación,
con dedicación, con
integridad,
eso no deja de ser
cierto,
y me vas a faltar
mucho cuando te vayas,
porque te vas a ir
un día,
y yo no voy a medir
el amor, te lo juro,
ni la entrega, no es
eso,
sólo que estaré,
lo sé,
el corazón de todo
esto que te digo es que ya lo sé,
como cuidado por las
sumas repetidas del pasado,
por los caminos
cerrados,
los desengaños de
la luz,
las mañanas frías
de primavera,
las tardes turbias o
nubladas,
los árboles caídos
del campo,
después del
temporal,
la noche en que no
viniste,
la casa sola,
la soledad
infinita...
Es él, María, el
tiempo,
el que nos dejó
como al pasar,
como sin saberlo,
sin detenerse
siquiera,
este borde suave de
ironía,
esta soledad,
que son ahora los
límites del cuerpo...
Yo voy a ser lo
mejor que soy, María, repito,
eso puedo
prometerlo,
no voy a dejar nada
sin ofrecerte,
quiero decir,
haré todo lo que un
enamorado sabe hacer...
Esperarte, querer
que no te vayas,
aún sabiendo que te
vas,
negar el paso del
tiempo,
mirarte con
fascinación, con resplandor,
con olvido,
pero estaré, María,
aunque no lo sepa,
aunque no lo quiera,
incluso,
del otro lado de una
capa transparente,
no sé decirlo de
otro modo,
quizás un poco más
cerca de la muerte,
y te veré bailar,
María luminosa,
y te veré reír,
ilusionarte, celebrar,
cortar la torta de
un cumpleaños,
servir el té,
salir rápido sin
saludar,
apurarte sin razón,
y te veré brillar,
y quizás brille,
por qué no,
yo también, como un
reflejo de vos,
y estaré agradecido
de haberte conocido
un día ya real
aunque futuro,
ya casi del pasado,
de tan real, de tan
reconocido,
y escribiré por vos
y para vos
las mejores palabras
que el tiempo
y la práctica de la
soledad me hayan dejado,
no importa si son
malas o son buenas,
serán las mejores,
una noche, lo sé,
o una tarde, por qué
no,
una tarde que no
haga ruido al caer,
y también te lo
agradeceré,
y vos continuarás
tu vida joven, hermosa,
con tu pelo joven,
con tu piel joven,
con tus manos
jóvenes,
tu vida casi nueva,
María,
no temas,
yo procuraré
llevarme las heridas,
las mías y algunas
de las tuyas,
las que pueda,
con ellas hago los
poemas,
las canciones,
las líneas sinuosas
de la partitura,
y sé que estaremos
felices, a nuestro modo,
los dos,
aunque quizás vos
tardes algo más en aceptarlo,
estaremos felices,
digo, María,
en ese triste y
bello día del futuro,
o quizás y de algún
modo
ya del pasado,
más sabios,
más solos,
felices, decía,
caídos y felices,
ya vas a ver,
de habernos
encontrado,
o mejor,
felices,
entre tantos otros,
de habernos sin
saber y sin querer, tal vez,
entre tantos otros,
reconocido.