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miércoles, 15 de febrero de 2012

Blanco

De todos los mundos posibles
el tuyo es el que me deja menos ausente.

Todo está en blanco. Al menos lo que puede verse. Todo está blanco. De pronto una niña se ríe y le caen flores del cuerpo. Llueve mucho pero no acá. Acá estamos en blanco. Y secos. Se vierte desde lo alto o lo hondo una feroz tormenta de luces eléctricas y voces de miedo. Pero no acá. Acá seguimos blancos. Y en miedo. No sabríamos decir si la lluvia es el mejor momento para estar mojados. No sabríamos contestar en qué lugar de la emoción se esconde el silencio o la palabra hombre. Miramos afuera. Afuera es blanco. No adentro. Adentro una voz desconocida no nos oye el grito de basta. El grito de andate. Auxilio. El grito de basta. Adentro el blanco es rugoso y no escucha ni habla. Adentro hay monstruos. Que no son más blancos que un trueno. Si pudiéramos mirar la calle veríamos un niño. Nos sorprenderíamos al descubrirle la mueca de la risa invisible, la risa para nadie, la risa. Nos pondríamos contentos de verle los ojos con brillo y la serenidad. Pero no hay nadie afuera. Afuera hay blanco. No podemos ver. Somos serenos cuando más fuerte sopla el fuego. El blanco es una debilidad de los rayos. Una fatalidad del sueño. El blanco es un color nefasto que tratamos de abandonar con cualquier excusa. Y ya.

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