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sábado, 25 de febrero de 2012

El aparecido

A Silvia Conde

Yo lo vi asomarse como una sombra desde la orilla del lago. Fui el primero. Lo vi insinuarse como una estrella a la mañana tras la transparencia del agua. Yo fui el primero. Le vi la lengua limpia y filosa irguiéndose sin prisa hacia el aire aún frío del lago. Un aire cálido de regocijo y hambre salía de su boca. Yo fui el primero. Luego emergió su cara. Reía o lloraba, según desde dónde se lo mirara. Después el cuerpo se hizo levemente dueño del agua. Tenía un sol en la frente y una luna en la espalda. Lo vi desde la costa. Tenía miedo o rabia. Según desde dónde se lo mirara. Yo vi desenredar su lengua larga y roja como una alfombra sobre el lago. Vi un ejército de hombrecitos felices caminar por sus yagas. Reían o bailaban. Cantaban o contemplaban. Lo vi desde la sombra. Yo fui el primero. Tenía fiebre o desengaño, según desde dónde se lo mirara. Lo vi descreer de su saliva viscosa. Mientras un ejército de hombrecitos cándidos celebraba. La tarde fue llegando de a poco como un niño. La noche se inflaba. Detrás de mí una carne roja y ancha se abría y se cerraba. El lago desapareció esa misma noche. Alguien dijo auxilio pero fue una risa la que ahogó el quejido. A la orilla esperan los hombres. Tienen ansia. El monstruo tiene varias lenguas perfumadas tendidas como alfombras sobre un espejo de agua.

1 comentario:

  1. Yo fui la primera. Y mirando desde cualquier lugar, es bello el texto.
    Advertencia: Hice, hago y haré caso omiso a tus intentonas de censurar mis elogios. jajajajajaja
    Me da placer leerte porque de verdad escribís estupendamente y también,eres breve. Ya sabemos: lo bueno cuando breve... y lo breve cuando bueno dos veces breve porque el tiempo -maligno- es una sensación subjetiva y cada vez que la pasas bien se minimiza el muy cabrón.

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