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lunes, 2 de diciembre de 2024

Ahora, el campo

 

Ahora,

una flor que no reconoceré

está brotando en un campo

de la provincia de Buenos Aires,

en este momento,

un caballo deja su pisada lenta

de barro

al borde de una bebida,

justo ahora,

un pájaro trina de hambre,

y otro de seducción,

para el apareamiento...

es posible que ahora,

la rama de un árbol

se resquebraje por el viento,

que una mora caiga del árbol,

que una gota que parece de vidrio

descienda

con lentitud

por la corteza de un pino,

que un ave abra su pico

alrededor del cuerpo blando y húmedo

de un gusano de tierra...

justo ahora, sin duda,

el pasto se inclina,

los árboles se balancean,

la tierra se agrieta o se moja,

el cielo se nubla o se limpia,

las hojas tiemblan y alguna hoja se cae...

y yo,

que estoy en otro sitio,

que veo las calles pasar ligero,

la sucesión de los automóviles,

siento en mí la vida lenta del campo,

su pequeña variación,

su movimiento, su modificación...

y yo,

que no estoy allá,

presiento sus vibraciones,

en mí,

sus formas cambiantes,

su quietud aparente, también,

y su pudor...

y sin embargo,

nada habrá cambiado cuando volvamos allá...

el campo, como los hijos,

es una extensión

que nos devuelve siempre

a la primera vez que lo vimos vivir.

martes, 15 de octubre de 2024

Ir al campo

 

Ir al campo,

abrir la mirada,

mirar un caballo a lo lejos,

lo imperturbable,

lo inasequible,

por todo lo abierto,

sentir todo el cielo,

sentir cómo crece a lo ancho

lo amplio,

lo inmenso,

sentir todo el campo,

perderse en las líneas de cada camino,

llevar a los ojos lo alto,

lo extenso...

ir al campo,

abrir la mirada,

perderse en lo vasto,

unir en los ojos el campo y el cielo,

todo eso preciso,

sólo eso me basta,

eso nada más quiero.


jueves, 26 de septiembre de 2024

No hay nadie más acá

 

No hay nadie más acá,

no sé quién soy,

ni importa siquiera

de qué se trata todo esto,

no sé qué me rodea,

si es que algo me rodea,

no sé qué día es ahora,

no recuerdo mi nombre,

ni mi edad,

ni la coloración de mi pelo,

de mi lengua,

no sé qué busco,

ni qué procura mi vida,

ignoro el pasado,

no sé qué viene después,

he borrado los lunares de la piel,

los cristales de los ojos,

la forma entera de mi cuerpo

se ha borrado,

no quiero nada,

no busco nada,

no oculto nada…

estoy cantando.

miércoles, 7 de agosto de 2024

A Julio Sagreras

 

Tenso una cuerda,

las manos lentas

buscan su sitio.


Ya se distienden

sobre las formas

de la madera.


Y lentamente,

de un vals pequeño

se llena el aire.


Los dedos viven,

una armonía

los guía dentro.


Vibran los hilos,

toda la casa

deja el silencio.


Somos perfectos,

somos felices

ahora mismo.


Y el vals se acaba...

la mano suave

calla las cuerdas.




lunes, 17 de junio de 2024

La soledad

 

No sé muy bien quién de los dos se fue,

casi nunca se sabe eso,

¿verdad, María?...

lo cierto es que un día nos quedamos solos,

vos y yo,

y cada uno,

y yo con el tiempo,

con el largo tiempo creí comprender

que la soledad

no es nada que se parezca

a lo extraordinario,

a lo insólito, a lo inédito,

a lo inhabitual,

que la soledad, al otro lado de eso,

es un vínculo a solas con lo cotidiano,

una imposibilidad secreta,

silenciosa,

de hablarnos de lo nimio,

de lo innecesario,

de nombrar para otro lo insignificante,

cuando el día está por terminar...

que el radiador ha vuelto finalmente a funcionar,

tan tarde que parece otro,

que Eva, casi una víctima de su especie,

está de nuevo por ingresar

al período prehistórico del celo,

porque ya se adivina,

por el maullido,

por la búsqueda indiferente de la proximidad,

por la forma despareja o ritual

de andar los bordes de la casa...

que estoy aprendiendo en la guitarra,

poco a poco,

nuevos estudios del maestro Sagreras,

que con pocas notas produce milagros,

como si hubiera recibido el don

de combinar

de manera perfecta

lo mínimo en el justo lugar,

que experimento día a día,

en el estudio de la guitarra, también,

la magia lenta de la repetición,

la modificación exigua,

imperceptible,

y grandiosa a la vez,

cuando pasa el tiempo

(como para el mundo quiso Darwin),

esa suerte de paradoja de avanzar

por volver siempre al mismo lugar,

para comprender al final,

si miráramos como Dios

(como quiso Borges que mirara Dios),

que nunca nada fue realmente una repetición...

y es que esas cosas, creo ahora,

son la soledad...

porque no quiero contarte lo excepcional,

María,

lo que pasa una vez y para siempre casi

ya deja de pasar, no,

quiero contarte las horas de la luz

que se acortan y se enfrían

en las ramas oscuras del otoño,

en los techos grises,

en las palomas,

en las calles desprolijas del otoño,

que una y otra vez me encuentro

cantando una canción

que le pone palabras esenciales a la vida

que vivo,

mientras pasa,

como si una parte de mí supiera de ella

cosas que aún no sé yo...

o contarte que he descubierto

(nunca me importó, vos lo sabés,

si antes lo han sabido otros)

que la música nuestra

tiene su propia y dignísima égloga,

(y sabés cómo me alegran

esos ínfimos tesoros silenciosos),

como la tuvieron los griegos,

los romanos,

los españoles de los siglos de oro,

y ahora la encuentro en nuestro querido

Manuel Castilla...

esas pequeñeces quiero contarte,

y no puedo, claro,

y es el recuerdo constante,

inapelable y brutal, María,

de que no estás...

esa es la verdadera soledad,

creo entender,

las ganas de poner en palabras

los detalles intrascendentes de lo real...

Nicolás que distraído

y a su pesar

me hace reír en el centro solitario,

absurdo del aula,

Morena que me enternece

desde sus ojos lejanos

y ejerce voluntariamente, creo ver,

el candor y la ternura,

como un arte que secretamente

sabe que posee,

y Sara, que no sabe si quererme

como se quiere a un padre,

a un hermano mayor

o al aura imaginaria de un educador,

y León, que no tiene dudas de que somos amigos...

eso, sólo eso, María,

lo que de algún modo y mil veces

ya te conté,

lo que quizás no importa,

o lo único que importa, en verdad,

lo pueril,

lo repetido,

porque la realidad se repite

con pequeñísimas variaciones,

como sin esfuerzo,

como si no quisiera derrochar

(como para el mundo desmintió Schopenhauer),

y sin embargo nos vuelve a conmover...

como afinar con precisión,

en la voz,

las curvas frágiles de una melodía,

como lograr un sonido pianísimo

en los lindes de una canción,

como despertarse a la mañana y notar

que la noche

ha estado destemplando las guitarras,

en esta ciudad que compartimos,

María,

quisiera decírtelo en el momento,

y después,

y ahora,

y es ahí cuando descubro de nuevo

que la soledad

es ese desamparo en lo habitual,

en lo próximo,

en lo irrelevante,

un desierto chiquito,

porque es eso pequeño

lo que se queda callado y muere

para siempre,

porque vos no estás para escucharlo,

María,

porque hemos decidido, quién sabe quién,

¿y qué importa, no?,

que nos dejemos en soledad,

con estas palabras en la mente,

(si te pasa a vos me pregunto,

y sé que sí),

con estas imágenes sin camino a nadie más...

hablarte de la astucia del deseo,

que vuelvo a constatar,

si llego a un libro que sin saber buscaba,

o si miro fijamente por encima de la cocina

y me quedo observando

las olas sueltas del vapor,

que ablanda la realidad,

los árboles, los autos,

el cielo,

las casas,

o estos acordes nuevos,

estos arpegios que te quisiera mostrar...

porque es esa la soledad, creo,

lo irrelevante que se nos queda,

lo íntimo que no tiene para vivir, María,

a nadie, nadie más…


(te doy una imagen)


en la habitación vacía y oscura,

la música secreta e involuntaria de una cajita musical.

jueves, 13 de junio de 2024

Recuerdo lo húmedo

 

Recuerdo lo húmedo

en los bordes de la lengua,

lo rígido, lo suave,

lo líquido

en los labios,

lo liso, lo curvo,

lo cálido,

en las manos,

lo terso, lo frágil,

lo blando,

lo sustancial,

recuerdo los sonidos,

los murmullos,

los ecos,

las repeticiones,

en la noche sin iluminar,

recuerdo lo rítmico,

lo irregular,

lo sedoso, lo tenso,

lo áspero, lo lento,

lo cadencioso,

lo aromado,

recuerdo lo hermoso,

lo último,

lo imborrable,

lo despojado,

lo insípido,

lo inhóspito,

lo amargo,

recuerdo el silencio,

y el gusto a llanto, luego,

en la boca,

al despertar.

lunes, 3 de junio de 2024

Y vino la lluvia

 

y vino la lluvia…


y la gente caminaba por las calles,

y las hojas se volaban de los árboles,

y los pájaros cantaban en las copas,


y vino la lluvia…


y los vidrios se secaban con el aire,

y los pianos protegían su madera,

y las cuerdas se templaban en las manos,


y vino la lluvia…


y la lluvia dispersó toda la gente,

y la lluvia sepultó todas las hojas,

y la lluvia calló el grito de los pájaros,


y vino la lluvia…


y la lluvia se adhirió a los altos vidrios,

y la lluvia humedeció los largos pianos,

y la lluvia destempló viejas guitarras,


y vino la lluvia…


y nada volvió a ser como era antes,

pues la lluvia fue mojando nuestras vidas,

y nada volvió a ser como era antes,

pues la lluvia no ha cesado todavía...