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domingo, 21 de julio de 2019

Un tango para Juliana


Una mujer necesita mi sombra para quitarse la vida,
para quitarse una vida, quiero decir, para quedarse desnuda.
Se inclina sobre todo lo que forjó
en mí
y dice a gritos que lo ama.
Luego se pone la toga, que traía, y sale, de nuevo a su vida.
Es necesario el temor para no jugarse del todo la vida.
Es necesario creer en la injusticia, ancestral de las cosas
para volver el velo de novia a la cara, y salir...
La sombra que ha quedado ya no la reconforta.

sábado, 1 de junio de 2019

Borradores


En la feria, el vendedor de pescados ofrece sus productos. Hoy se vende pescado fresco, dice el cartel. Un paseante ve el cartel y sugiere, dada la extensión innecesaria de la leyenda y lo prescindible de alguna información, la sustracción del verbo. El vendedor acepta, corrige, y el cartel, ahora, dice: Hoy pescado fresco. El paseante muestra agrado por la sustracción pero insiste, pues la situación misma de la venta ya lo supone, en la inutilidad de la marca de tiempo. El vendedor acepta y el cartel, ahora, dice: Pescado fresco. El paseante  de nuevo entiende que la alusión a la frescura huelga y el cartel ahora dice: Pescado. La sucesión es obvia y el cartel desaparece. Esta historia, que puede alertar sobre los riesgos de la corrección excesiva, también admite otra lectura. El cartel ha desaparecido, decíamos, pero de algún modo conserva su presencia. De manera fantasmal ha quedado sustanciando su producto. Lo que hemos sustraído, en la inmediatez o durante toda una vida, persiste en forma de sustancia, de precisión, de claridad en los textos. La textura no está dada tanto por lo que lo escrito exhibe sino por lo que ha decidido no mostrar. De una manera que es misteriosa sólo porque no queremos inquirir, las formas descartadas asisten desde adentro (desde abajo o desde afuera, según se piense) a las formas que hemos elegido para persistir. Todos los borradores animan la última copia, el original. El espesor presente de un texto es obra de un pasado renunciamiento.

miércoles, 29 de mayo de 2019

sábado, 25 de mayo de 2019

El deseo

                                                                                                                    a Juliana
                                                                                                                    

Juliana me enseñó
que detrás del deseo ruge un miedo.
No, mejor, me enseño que es el miedo lo anterior a toda fuerza.
Que el impulso feroz de la fiera de aparearse, de ese tigre,
es el mismo temor de quedar sin descendencia.
No hay dos caras, siquiera, me dijo, son lo mismo.
No hay deseo que subsista sin la fábula terrible de quedarse en su reverso.
Quiero huir, me dijo, es decir, tengo miedo de quedarme.
No hay dos caras, siquiera, me dijo, son lo mismo.
Buscar el agua y rehuir la sed.  
Tengo la boca reseca, ahora que escribo, me muero de miedo.
¿Hay alguien ahí?
Busco un alma, me dijo, que me encuentre.
Un alma muerta de miedo.
Por eso escribo.

El aljibe


Se hubiera avergonzado mucho el abuelo de haberle dicho que lo vi esa mañana golpeando suave y concentradamente la piedra con su bastón. Preferí agradecerle el agua que me tendía en su jarro de lata y hacerle una broma sobre el sabor del agua que manaba de vez en cuando del aljibe.