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miércoles, 22 de junio de 2022

Canción de amor para María

 

¿Te das cuenta, María,

que ya no nos avergonzamos del amor,

del amor pleno, quiero decir,

del amor franco,

ni de nuestra manera sencilla de decirlo?,

¿te das cuenta que hemos recuperado las frases,

las palabras,

la entonación, los modos,

las maneras directas de nombrar sin desprecio

lo evidente que nos pasa por adentro?,

¿te das cuenta que hemos vuelto a escuchar y a cantar,

porque también hemos vuelto a cantar,

y eso es importante,

esas canciones de amor tan encendidas,

tan enfáticas,

tan decididas y esenciales,

de acordes fuertes,

sin vergüenza ni arrepentimiento,

ni culpa, María?,

no sé, pienso, si es a vos a quien debo agradecerlo,

a vos, a quien siempre estoy hablando,

vos de quien de algún modo he aprendido a sentir,

María,

o a la época maravillosa

en la que nos ha tocado vivir,

¿te das cuenta, María, que hemos vuelto

o comenzado quizás,

a decir sin vacilación ni menosprecio

te amo, sin pudor ni jactancia,

no puedo olvidarte, me es imposible,

no puedo más, te necesito,

es tan sencillo, tan real, tan necesario,

María,

esas pulsiones sin matices que hemos sentido tanto,

siglos y siglos,

vos y yo, pero no sólo vos y yo,

y eso también es importante,

decenas de siglos a lo largo del camino de la especie,

y sentirlas de nuevo, hoy, una vez más,

acá,

y decirlas sin vergüenza,

y quedarnos satisfechos, después,

de habernos hablado enteramente,

con sustancia,

con transparencia,

te quiero, no sé qué voy a hacer sin vos,

te extraño mucho,

¿vas a volver?,

esas frases tan sencillas que simplemente

nos dicen más que otras

prestigiosas o bellas de retórica,

de fascinación superficial por el lenguaje,

de metáforas ocurrentes,

palabras inesperadas, oscuras, silenciosas,

de juegos verbales o mentales,

¿te acordás que era a eso, a ese vacío,

a lo que llamábamos poesía?,

y quizás, María, pienso, todo esto nos pasa,

más allá, mucho más allá de nosotros,

porque hoy podemos decir amor sin ironía,

sin cinismo,

pero también sin metafísica,

con inocencia,

decir te amo, quiero decir, como quien dice tengo sed,

siento frío,

calor, soledad, melancolía,

tengo miedo, mucho miedo de que no vuelvas,

nostalgia, tristeza,

terror, felicidad, alegría,

¿sentís el peso de las palabras, María?,

quiero decir, mejor,

¿sentís el peso de eso anterior que está detrás de las palabras?,

lo digo de nuevo,

¿pudiste olvidarte de las palabras?,

¿ahora sí?,

entonces ya está, María,

no tengo más nada para decir.

martes, 7 de junio de 2022

Nocturno VII

 

La primera noche que pasé solo, María,

te lo cuento ahora que ya sé cómo contar,

que ya recuperé las palabras,

los conceptos, las categorías,

no supe qué lado de la cama ocupar, ¿te reís?,

con qué sábanas cubrirme,

qué ver en la televisión,

qué té prepararme,

a qué hora barrer, o comer,

o irme a dormir,

tu ausencia, María, como ves,

tomó la forma de la indecisión,

del desconcierto,

de la bruma,

la soledad entonces fue como un desconocimiento,

una ignorancia,

¿sabés?,

una falta de convicción,

de talento,

de restricciones y de acuerdos,

de órdenes y ceremonias,

la primera noche que pasé solo, María,

¿te habrá pasado a vos lo mismo?,

no supe cuántas hojas de laurel usar en la cocina,

ni cuánta comida preparar,

ni de qué lado de la mesa sentarme,

si sería preciso quitar todas las cosas

o preparar un solo lado de la mesa,

la primera noche que pasé solo, María, claro,

no sé si a vos te habrá pasado lo mismo,

hubiera querido que fuera la última,

la más incómoda,

la más aterradora,

la más solitaria,

la más absurda, María,

y sin embargo hubo otras,

muchas otras,

y no fue fácil acostumbrarme,  ¿sabés?,

a veces quisiera saber si a vos te habrá pasado lo mismo,

a la estabilidad insobornable de las cosas sobre la mesa,

a la falta de vida de las cajas,

de los libros, los repasadores,

las hojas escritas,

el control del televisor,

el nivel del agua de los vasos,

las plantas sin regar,

todo fue pasando de a poco, María,

por supuesto,

lentamente,

la soledad, entendí, es lo insignificante,

me pregunto si vos habrás comprendido lo mismo,

lo irrelevante del sabor apenas nuevo del pan,

del gusto ya conocido del vino,

de una planta reciente,

de un brote que vemos ahí por primera vez,

de un amanecer brillante, soleado,

oscuro u ordinario,

la soledad, María, entendí,

y hubiera querido saber si vos entendiste lo mismo,

es una risa sin eco al otro lado de la casa,

una palabra que se calla de golpe ante la comprensión súbita

de que del otro lado de la habitación

no hay nadie,

¿lo sentiste, María?,

y luego pasa y todo sigue siendo igual,

igual de irrelevante,

de solitario,

de silencioso,

¿te habrá pasado a vos?

la diferencia es que luego, luego, muy luego,

ya casi no duele.