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jueves, 17 de noviembre de 2022

Vivo

 

En la respiración de las plantas vivo,

o en la conciencia increíble de que las plantas,

ahora y como yo, como nosotros,

ahora mismo,

están respirando,

en los abrazos profundos, sin restos,

abandonados, vivo,

mucho más allá de la superficialidad de las palabras,

que son como viejas monedas,

quizás casi todas vencidas,

en la serenidad casi inverosímil de Camila vivo,

que la escinde de todo lo demás, a veces, y en su sonrisa,

que viene también del dolor, lo sé,

y nos conmueve,

en el amor sin cálculo de Guadalupe vivo,

que también vive de ese amor,

que la alimenta,

en la belleza inexplicable de un instante de música de Chopin,

que es lo inexplicable, vivo,

en los bordes imprecisos de su forma,

en las palabras que busco para decir de nuevo lo mismo, otra vez,

lo único necesario,

lo que preciso para vivir, vivo,

que te amo, que soy feliz, que sufro, que temo,

que estoy desesperado,

que adoro todo lo que me rodea, también,

una hoja, un piano, la virgen, el tablero de ajedrez,

el sol que tras el vidrio lo ilumina todo,

para decirte que es la herida la que habla, la llaga viva, vivo,

en esa llaga,

en las palomas que bajan caudalosamente los domingos vivo,

en la esquina,

y en la mano invisible que las alimenta,

en las golondrinas que buscan un viejo nido, cada año,

increíblemente,

en un viejo galpón de campo o en los huecos fortuitos de una madera,

en el alero de una casa para nosotros indistinta,

en el amor interminable y estacional de una guitarra que heredé de juglares

que culminan en mi padre, vivo,

con una intensidad inmóvil que quizás sólo se comprenda de adentro,

en las rosas de mi madre vivo,

que son eternas,

en mi madre misma vivo, que es infinita, inmarcesible,

en la ilusión de ver los lirios en el campo, un día,

y nombrarlos, también, vivo,

en el deseo de tocar un día el piano, ese instrumento divino,

que permite decir con muchas cosas una sola cosa mayor,

quizás la expresión de un alma,

como Chopin,

y en todas las cosas de este mundo milagroso que no tengo, vivo,

y que por alguna curiosa razón ni siquiera me faltan,

en el aire de la rambla que me cruza vivo, a la tarde,

como una hoja, vivo,

como un ave migratoria imaginaria que se quedara en su lugar,

que ni siquiera sabe si es el suyo, vivo,

a lo ancho como el mar vivo,

en toda su amplitud,

como una pluma suelta y liviana en el aire vivo al azar,

casi involuntariamente,

y la vida es lo que queda del viento,

casi afuera de mí, quiero decir, vivo,

casi desnudo,

entre todas estas cosas que me dejan delgada, finísima,

casi translúcida la piel.