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lunes, 16 de agosto de 2021

La trama del vestido

 

Alguna vez te detuviste a mirar las cosas desnudas,

las cosas a solas,

vos y ellas,

un árbol, una botella, una palabra,

una enredadera,

el movimiento del sol,

a la tarde,

las olas,

te animaste alguna vez a ver las cosas de siempre

en su desnudez,

en su insignificancia,

en su solidez,

cómo están hechas las bibliotecas,

los libros,

la trama de las trenzas,

del vestido,

las canciones de Charly,

el sistema tonal,

las reglas del ajedrez,

la historia de los idiomas,

la palabra inocencia,

pensaste alguna vez en quitarles provisoriamente

las palabras a las cosas,

las ideas a las cosas,

las ilusiones,

las pasiones a las cosas,

viste de cerca alguna vez cómo está construido el mundo

en alguno de sus rincones,

cómo una mano se frota contra otra mano

bajo el frío del agua,

cómo cubrimos de pieles los pies,

a la mañana,

cómo apoyamos la cabeza en lo blando,

al final,

tu cuerpo increíblemente horizontal,

antes de dormir,

y después, después dormir,

sentiste alguna vez la maravilla de todo lo inventado,

la belleza, no el sentido,

la cultura humana,

el martillo,

los lápices de colores,

el fuelle del acordeón,

los molinos,

los martillos del piano,

la música de Chopin,

viste alguna vez de cerca esas cosas,

te viste desnudo alguna vez,

vos,

sin tu nombre, sin los adjetivos de tu nombre,

sin los verbos,

los adverbios de tu nombre,

te has visto crecer

alguna vez,

miraste alguna vez el mundo desde afuera,

hoy, por ejemplo,

o de veras de adentro,

te detuviste alguna vez ante lo visto a desnudarlo,

le devolviste a las cosas la materialidad

de las cosas,

su irreductibilidad,

su aspereza,

su belleza,

su idiotez,

su anterioridad,

el macizo sinsentido de las cosas,

sentiste alguna vez la tierra en la mano,

sentiste entonces hasta el vértigo,

hasta la emoción,

la masa desintegrada y oscura que te ensucia la mano,

despertaste,

abriste los ojos,

leíste un poema alguna vez por primera vez,

ahora por ejemplo,

te pregunto,

te lo pregunto,

esto es una pregunta.

domingo, 8 de agosto de 2021

La tristeza de las lesiones

 

Hemos hablado poco de la tristeza de las lesiones,

creo yo,

muy poco,

quizás, se me ocurre,

porque es un sitio irremediable de realidad,

de lo terco,

de lo macizo,

de lo inapelable de la realidad,

las fibras de un músculo que se gastan,

se deshacen, se despegan, se quiebran,

se parten,

deshacen la trama,

y nosotros,

que somos esa trama del cuerpo, ese tejido,

pero también,

quizás más aún,

un espíritu, un deseo, una voluntad

queriendo seguir,

que no acepta,

sentimos que es allí,

entonces,

en esa herida del músculo,

en ese desprendimiento del hilo de un tendón,

en esa opresión del nervio,

en esa grieta en el hueso,

en esa articulación,

donde se juega lo que podemos hacer,

lo que al fin somos,

más allá de lo que queríamos,

de lo que buscábamos,

de lo que deseábamos o proyectábamos,

para nosotros,

lo que queríamos ser,

la vida que queríamos llevar,

ese espacio interior, oscuro,

difícil de imaginar,

invisible para el resto,

se constituye entonces,

subrepticiamente,

en el lapso de una milésima de segundo,

apenas,

en un campo de batalla,

el sitio en el que una idea, un sueño

es derrotado

por las cosas que deciden lo real,

la clausura,

la contraparte de lo vivo,

lo vital,

lo deseante,

la lesión,

la trama de fibras que se ha desgarrado,

lo sabemos,

no podemos dejar de saberlo,

sentimos la herida,

la verdad de la carne que nos revela

lo pequeño,

lo ínfimo,

lo escaso,

lo mortal,

y de pronto la mirada anhelante hacia adelante,

hacia arriba,

se concentra

en lo que nadie ve y nos limita,

en lo que nadie sabe y nos humilla

desde adentro,

desde nosotros mismos,

ya no hay nadie más allá afuera,

o casi nadie,

nos duele entonces el dolor, claro,

pero más nos duele lo que trasciende ese dolor,

el símbolo,

el cuerpo nuestro que nos niega,

nada más humano,

nada menos divino que una lesión,

ese momento que es eterno aunque casi no dura,

alguien tomó la decisión

por nosotros,

ya no podremos seguir,

la rodilla en la mano,

arriba el sol, afuera los otros,

que ya casi no existen,

que se apagan,

el gesto de dolor físico

y el otro,

allí estamos,

nosotros,

tan solos,

atravesados de lado a lado por nuestra parte de carne,

de hueso y fibra,

de líquido, grasa, articulaciones y sangre

que somos,

allí estamos,

horribles,

en el lugar en el que estuvo alguna vez un actor trágico

frente a un público,

hablando de la vida,

pero sin teatro,

pero sin gente,

pero sin actores,

en el medio intrascendente de la vida misma,

nunca habíamos sido tan humanos,

entendemos vagamente,

tan reales, tan irremediables,

nunca habíamos estado tan solos.