Ingresa en el aire,
prendida del aire asciende,
recorta la parte del cielo que lleva su forma,
y luego,
persiste en el aire,
sin pausa,
aumenta la fuerza pequeña que da su caída,
después,
desciende,
y cae inaudible,
o apenas audible,
ingresa en el agua,
y entonces,
el agua la borra,
tan líquidamente,
el agua se bebe la piedra y comienza su danza,
un círculo así tan perfecto,
se aleja del centro
del sitio preciso en donde ha caído la piedra,
y sin deshacerse,
relieves del agua los círculos crecen,
se alejan, se extienden,
y nacen de nuevo,
y son como anillos,
como aros del agua,
van unos tras otros,
más rápidamente,
se agrandan y suman,
suceden,
tan naturalmente,
y la perfección de las formas más amplias
entonces se borran,
de a poco,
tan fluidamente,
así se deshacen,
y luego del todo ya desaparecen,
pues una tras otra las formas se apagan,
el agua ya quieta recobra su gesto,
su inmovilidad,
ya todo se apaga y acaso ya nada ha quedado,
excepto una forma,
lo terso de todo,
el agua insensible,
ahora,
sólo hay una piedra en el fondo del agua.