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jueves, 8 de diciembre de 2022

Las actrices

                                           este poema está dedicado

 

Pasaron por mi vida vestidas de actrices,

todas ellas,

es decir desnudas,

casi todas compartieron mi cama,

mi baño, mi calefacción, mis copas de vino,

inlcuso entre un zorzal y una paloma,

al pie de un eucaliptus,

en el medio de una plaza,

o escuchando los gorriones interminables de la mañana,

desde nuestra larga noche en desorden,

sé que casi todas se enamoraron,

increíblemente,

por compasión, por simpatía, por desgano, quién sabe,

son tan impredecibles,

o por no ver así a un hombre solo,

celeste y chiquito, una vez una de ellas lo dijo,

con su impunidad de siempre,

o simplemente porque se enamoran de todo,

porque algunas veces he sentido que no distinguían entre las cosas,

como si el mundo entero fuera de su especie,

y casi todas me abandonaron, también, sin escándalo,

sin ruido, casi como por natural desprendimiento,

por fastidio, por desolación,

por aburrimiento,

por descubrir tarde

que sería mi mejor versión cuando escriba una canción,

un poema, un mensaje, una carta, un borrador,

que nunca seré al fin un buen compañero,

quizás ni siquiera un buen amante,

y las vi sufrir como jamás vi sufrir a nadie,

borrachas, riendo, haciendo el amor,

desaforadamente,

gritando en silencio,

dejándose ver perdidas a la luz de la luna de una terraza,

una ventana o tras las rejas queridas de un balcón,

y me hicieron crecer a fuerza de mostrarse,

de dejarse ver, nada más, vivir,

de vivir ante mí, sin gestos,

ni siquiera para mí,

y yo atónito, pequeño, insignificante,

ante un mamífero de pronto desnudo, cordial,

mostrándome el fondo de la raza,

llevándome al principio de los tiempos,

dejándome en lo anónimo,

en lo principal,

en la canción de amor más descarnada,

dejando para mí las palabras chiquitas que tenemos los poetas para hablar,

esas son las actrices,

las que se enamoran de todo lo que late

abajo del tablón,

esas son las actrices,

las que no saben vivir, y lo exhiben cuando viven,

las desmedidas,

las que adolecen de todo lo humano,

de todo lo vivo,

pero quizás de nada más,

las que no saben mentir,

y no hacen otra cosa que mentir, quizás a despecho de sí,

esa farsa son,

yo las vi de cerca, muy de cerca, y nunca pude sostenerles la voz,

la mirada,

el cuerpo cerca,

yo las vi de cerca y nunca me enamoré del todo,

quizás porque son de juguete allá adentro,

allá abajo, allá en el fondo,

no hay de qué enamorarse quizás porque no hay un alma detrás,

a veces pienso,

son tal vez el pedazo más frágil de humanidad, más mudable,

más honesto, más real,

las actrices,

yo las vi hermosas por la ciudad,

porque son animales de ciudad,

corriendo bajo una lluvia creciente,

rezando al sol en la catedral,

abrazadas a un árbol sin hojas en un bosque,

besando un cristo en el que no creen,

difuminando humos perfumados en la sala,

en la habitación,

yo las vi borrachas en el límite peligroso del balcón,

pidiendo sin palabras que la vida las absuelva,

o al menos las trate mejor,

yo las vi viviendo con ternura y horror todo lo absurdo,

lo intolerable, lo trágico,

lo que da risa de tanto mirar,

y pasaron por mi vida indistinta,

como pasaron antes y después por la de otros,

las actrices,

sin buscar en mí lo memorable, ni lo inmortal,

ni una poesía que las nombre,

se burlaron de mí como de todo,

se burlaron de ellas también como de mí,

y me dejaron objetos como sin querer para que las recuerde,

sé que sí,

un escudo azul de tela, una campera raída, un llavero,

una mancha de café en el sofá,

porque eso es en lo único que creen,

en los objetos, en la materia,

y a eso le llaman amor,

¿por qué no?,

yo no sé por qué mi vida un día se llenó de actrices,

morochas, rubias, castañas,

jóvenes y viejas,

siempre hermosas,

y me dejaron adivinar que no saben vivir fuera del papel,

que el círculo de un escenario es la protección y el sentido,

el breve cielo que en un infierno puede caber,

que ven animales feroces allá abajo de las tablas,

y a veces quisieran nunca más bajar,

y luego se muestran, porque se muestran, desorientadas,

perdidas,

esa es su vida,

nunca saben por dónde ni cuándo va a salir de nuevo el sol,

¿es que les importa?,

y ellas saben quizás con resignación que yo nunca seré de los suyos,

que nunca me elevaré hasta ellas,

y me han querido siempre, lo sé, como se quiere a un bebé,

a una mascota pequeña,

a un héroe de porcelana que ellas mismas crean con sus manos de artesanas

y en el que nunca llegarán del todo a creer,

dejaron en mi vida una poesía sin palabras,

una vida mejor,

una estela sin rumbo,

un barco alejándose entre el cielo, los dedos de la mano y el mar,

olor a llanto, a sexo, a lluvia, a planta perfumada,

a hoja de laurel,

a escenas de mí mismo, a falso recuerdo,

a imagen que se enciende y se va,

la última actriz que conocí se llamó Macarena,

(ese no es el nombre, se imaginan, pero sé que no la podría nombrar),

crecimos juntos o quizás ella sin saberlo me crió

y se fue haciendo en el tiempo mucho más grande que yo,

más lúcida, más comprensiva,

más elemental,

hasta que una noche como una buena madre me dejó volar,

o se dejó volar a sí misma, mejor, sin duda que sí,

me sirvió una copa de vino,

salimos al balcón,

se puso en frente de la luna, se hizo mirar,

agradeció,

me escuchó sin énfasis ni mentira,

estaba desnuda,

sonrió y dijo sus últimas palabras

y con una suavidad que yo ya le conocía,

sin violencia, con ternura,

casi con felicidad,

me anunció que ya era hora de partir,

que ya era tarde,

¿acaso no veía la luna?,

¿no le daría un último beso al irme?,

que al fin se cerraba el telón.

 

jueves, 17 de noviembre de 2022

Vivo

 

En la respiración de las plantas vivo,

o en la conciencia increíble de que las plantas,

ahora y como yo, como nosotros,

ahora mismo,

están respirando,

en los abrazos profundos, sin restos,

abandonados, vivo,

mucho más allá de la superficialidad de las palabras,

que son como viejas monedas,

quizás casi todas vencidas,

en la serenidad casi inverosímil de Camila vivo,

que la escinde de todo lo demás, a veces, y en su sonrisa,

que viene también del dolor, lo sé,

y nos conmueve,

en el amor sin cálculo de Guadalupe vivo,

que también vive de ese amor,

que la alimenta,

en la belleza inexplicable de un instante de música de Chopin,

que es lo inexplicable, vivo,

en los bordes imprecisos de su forma,

en las palabras que busco para decir de nuevo lo mismo, otra vez,

lo único necesario,

lo que preciso para vivir, vivo,

que te amo, que soy feliz, que sufro, que temo,

que estoy desesperado,

que adoro todo lo que me rodea, también,

una hoja, un piano, la virgen, el tablero de ajedrez,

el sol que tras el vidrio lo ilumina todo,

para decirte que es la herida la que habla, la llaga viva, vivo,

en esa llaga,

en las palomas que bajan caudalosamente los domingos vivo,

en la esquina,

y en la mano invisible que las alimenta,

en las golondrinas que buscan un viejo nido, cada año,

increíblemente,

en un viejo galpón de campo o en los huecos fortuitos de una madera,

en el alero de una casa para nosotros indistinta,

en el amor interminable y estacional de una guitarra que heredé de juglares

que culminan en mi padre, vivo,

con una intensidad inmóvil que quizás sólo se comprenda de adentro,

en las rosas de mi madre vivo,

que son eternas,

en mi madre misma vivo, que es infinita, inmarcesible,

en la ilusión de ver los lirios en el campo, un día,

y nombrarlos, también, vivo,

en el deseo de tocar un día el piano, ese instrumento divino,

que permite decir con muchas cosas una sola cosa mayor,

quizás la expresión de un alma,

como Chopin,

y en todas las cosas de este mundo milagroso que no tengo, vivo,

y que por alguna curiosa razón ni siquiera me faltan,

en el aire de la rambla que me cruza vivo, a la tarde,

como una hoja, vivo,

como un ave migratoria imaginaria que se quedara en su lugar,

que ni siquiera sabe si es el suyo, vivo,

a lo ancho como el mar vivo,

en toda su amplitud,

como una pluma suelta y liviana en el aire vivo al azar,

casi involuntariamente,

y la vida es lo que queda del viento,

casi afuera de mí, quiero decir, vivo,

casi desnudo,

entre todas estas cosas que me dejan delgada, finísima,

casi translúcida la piel.

 

domingo, 16 de octubre de 2022

Nocturno blanco

 

Todos vimos en el cielo

la luna blanca,

como una inmensa moneda

de porcelana.

 

Todos alzamos al cielo

nuestras miradas,

y éramos tan pequeños

y ella tan alta.

 

Era blanca la llanura,

los sauces blancos,

blanco el velo que la noche

bajaba al campo.

 

Era blanca la laguna,

caminos blancos,

blanco el brillo de las hojas

de los duraznos.

 

Y todos fuimos creyentes

de ese milagro,

la luna estaba extendida

por todo el campo.


Como un alba a medianoche

trajo la luna,

una mañana sin aves

en la laguna.

 

Una mañana en la noche

en pleno cielo,

pudimos ver nuestra sombra

quieta en el suelo.

 

Pudimos ver nuestras caras

blancas de asombro,

la hierba blanca y la blanca

luz en los otros.

 

Y es un mundo transparente

lo que miramos,

es de noche y amanece

en todo el campo.

 

Y todos somos creyentes

de este milagro,

está la luna extendida

por todo el campo.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Y si la historia no sólo la escriben los que ganan...

 Unas breves palabras sobre el Meme

 

Si bien la palabra que los nombra es indigna de eso que nombra, cosa que no pasa, por ejemplo, con el jazmín del país, con el roble americano, que lo mejora, con la Plaza San Martín, que la merece; si bien el nombre, digo, degrada la pieza que nombra y en parte contribuye a quitarle prestigio, (al menos para quienes se fían demasiado en las formas), el tono de nuestra época, lo creo profundamente, está diseñado, encarnado o simbolizado por eso que triste o resignadamente llamamos meme. Conozco la historia del nombre, pero eso no lo justifica ni nos importa. El meme en su sentido más cotidiano, no académico, esa imagen que viene acompañada, en diálogo ingenioso con un texto, está como ganada de su propia vocación de parodiar, de su propio grotesco desde el nombre. Pero olvidemos el nombre y halemos de esa pieza cultural que toda persona de bien recorre a diario, espasmódicamente. Humor, brevedad, síntesis, ingenio, imaginación, escepticismo, hedonismo, espíritu estoico, grotesco, autoreferrencia, volatilidad, organismo que se multiplica a sí mismo, metáfora, collage, surrealismo, imagen y texto. Todo está allí. Es el aleph de nuestro tiempo. Si alguien, en un tiempo futuro, quisiera saber cómo sentía profundamente la sociedad de nuestro tiempo, no sus elites, no sus académicos, sino la gente digamos de civil, debería seriamente ponerse a estudiar memes. Sería un trabajo de arqueología cultural divertido. O quizás no; sólo habría que saber con qué se reirán o simplemente simbolizarán la realidad en ese futuro lejano. Vivimos un tiempo que, saludablemente, quizás sabia y desesperadamente, ha decidido salir de la seriedad, de la solemnidad, del lamento, de la queja y el tono grandilocuente de la tragedia. Dije del tono; no, y por eso el meme llega a veces a lugares insospechados, ontológicos o metafísicos, del contenido. El meme es aquel intervalo en la vida, porque siempre es un intervalo, que, como una buena intervención psicoanalítica, te arranca del goce de sufrir (“el goce de estar triste”, dirá Borges), de tomarte demasiado en serio. Digamos que en algún sentido es nuestro memento mori, nuestro recuerdo permanente, divertido y comunitario, de que un día vamos a morir. Ese es, creo yo, el espíritu general que lo aviva y lo reproduce. Ese es el chiste que está por debajo de todos los chistes, el humano. La broma de nacer y morir de quien ni siquiera, como en los memes, conocemos el autor. Por primera vez quizás hemos llegado de veras a la certeza de que estamos de paso, de que no hay más vidas; eso que ya no es retórica ni poética, sino sensibilidad profunda. Está detrás casi de cada acto. Acaba de llevarte el auto la grúa, sabés que no tendrás dinero para pagar el acarreo, que vendrá una multa, un disgusto, que te enfrentará a tus limitaciones y a las del sistema que te contiene, y recibís un meme que te arranca, porque te la arranca, una risa. Habría que ser muy canalla, hipócrita o infantil para pensar que reírse es un acto de irresponsabilidad o que lo produce. No es así. Tendremos que ir de todos modos al juzgado de faltas o simplemente pagar la multa. Podremos incluso organizar una manifestación en contra de los procedimientos abusivos, injustos o perversos de nuestra dependencia municipal. La diferencia está en cómo se pasa ese tiempo de drama.

El meme, decía, quizás debiéramos decir, el buen meme, está lleno de virtudes. Estoy convencido de ello. Una, que no es para nada menor, es la de contar una historia de (y por) los que no hemos ganado, que somos casi todos. Los memes suelen construir representaciones en las que se contraponen los seres más o menos imaginarios que poseen el dinero, la belleza, la juventud, la fama, el poder (todo en proporciones inaccesibles para el ciudadano de a pie), todo lo que aglutina la palabra éxito para nuestra sociedad, para contraponerlos con finalidad humorística a un yo que es un nosotros grande como casi todo el mundo. El protagonista de los memes, que habla casi siempre en primera persona, es quien no es eso imaginario y perverso que construyen los medios masivos de comunicación y quizás también nosotros mismos, nuestros héroes. Esa es una historia que se cuenta todos los días por las redes sociales. Los libros de historia que digan lo que quieran.

Y es sabio también porque es estoico y es epicúreo a la vez. Ese es el tono de nuestra época, ¿no es verdad? Digamos que es un tango al revés. Releva las causas, los motores y móviles de nuestra vida que no son prestigiosos, ni profundos, ni bellos, la mayoría de las veces. No me despertó un mensaje tuyo de amor, dirá un meme, esta mañana, sino las ganas de ir al baño. Ese gesto es el mismo que el de quitar una máscara. También es como la poesía (cierta idea falsa de la poesía) al revés. Eso es por supuesto un modo profundísimo de poesía. Excepto que la poesía no estuviera en este mundo, entre otras cosas, para revelar lo que las palabras diarias ocultan. Otra forma de ser profundamente poético es extraer la gracia, a veces una rara belleza, su eficacia, en fin, de nuestras miserias, de nuestras faltas, de nuestra esencial insignificancia.

Hablo sólo de estas cosas porque ya hay ríos de tinta escritos sobre esta práctica masiva y cotidiana. Los que tenemos una formación clásica no podemos dejar de ver en los memes especies de fragmentos de la mejor literatura que hemos leído, pero eso no es necesario. Creo que ese fragmentito breve y precario y efímero de realidad que es el meme (que no cree tampoco en la posteridad) es una creación que se vale a sí misma. Nos refleja mejor que nada. Es la mejor literatura de nuestra época, sin duda, o la que mejor se adapta a ella. Claro que hay buenos y malos memes, como hay buena y mala literatura. Claro que tienen la restricción que les da el género. Claro que hay memes inmorales, de mal gusto, o simplemente bobos. Pero tengo la impresión de que no son los que tienden a reproducirse más (o eso me dice la percepción de las cosas que me dan mis algoritmos, como ha sido siempre).

Creo que en la historia de la humanidad, jamás ha circulado mayor caudal de creatividad, de imaginación y de humor. ¿No era eso lo que querían del sapiens? El grado de metaforización al que venimos acostumbrándonos es mayor al de cualquier vanguardia, requiere de un nivel altísimo de simbolización, y lo mejor es que es aceptado por todos, porque no procedió por saltos, quizás, como quería Leibniz para el mundo natural, sino por grados. Y porque se hizo desde y para nuestra sensibilidad.

Somos muchos, muchísimos a los que esa pieza cultural y a veces artística que es el meme nos mejora la vida a diario (la vida diaria y la del espíritu). Esa es una razón que no deberíamos rechazar, quién podría rechazarla sin cinismo, para estar orgullosos de ellos.

Yo quisiera que estas palabras fueran un gesto de gratitud a quienes a diario los crean y difunden en soledad y en anonimato.

(Sé que esto es también una idealización. Ya un meme, ojalá y bellamente, se burlará de mí)

lunes, 12 de septiembre de 2022

Macarena


Con el mar grande de fondo,

con las montañas de arena,

con los pinos perfumados,

así te quise, Macarena.

 

Con el color de la playa,

con el olor de la tierra,

con el murmullo del agua,

así te quise, Macarena.

 

Con los barcos a lo lejos,

con las gaviotas que llegan,

con la noche amaneciendo,

así te quise, Macarena.

 

Con el silbido del viento,

con las huellas que eran nuestras,

con tu pie subiendo al muelle,

así te quise, Macarena.

 

Y ahora en esta ciudad,

con estas luces que ciegan,

no sólo me falta el sol,

no sólo el musgo en las piedras.

 

Y ahora en esta ciudad,

y aunque te mire de cerca,

no sólo me falta el sol,

me faltás vos, Macarena.

martes, 30 de agosto de 2022

La alegría no vuelve

 

Recibo el cielo

por la ventana,

y la alegría no vuelve.

 

Llego a la plaza,

miro las flores,

y la alegría no vuelve.

 

Abro los libros,

paso las hojas,

y la alegría no vuelve.

 

Muevo las torres

y los caballos,

y la alegría no vuelve.

 

Busco la casa

de mis amigos,

y la alegría no vuelve.

 

Recuerdo un rostro,

en una playa,

y la alegría no vuelve.

 

Corrijo versos,

canto canciones,

y la alegría no vuelve.

 

Miro la tarde,

escucho un piano,

y la alegría no vuelve.

 

Busco la luna,

dejo la noche,

y la alegría no vuelve.

 

Cierro los ojos,

entro en el sueño,

y la alegría no vuelve.

 

 

lunes, 15 de agosto de 2022

Lamento

  

Pobre del que ha quedado

en un espejo vacío,

pobre de aquel que aunque mira

no ve peces en el río.

 

Pobre de aquel que oscurece

las luces de su ventana,

pobre de quien ya no puede

ver tantas sillas sin nada.

 

Pobre de quien alimenta

palomas en el desierto,

pobre de aquel que está vivo

sólo de miedo a estar muerto.

 

Pobre de quien ha negado

la materia de las cosas,

pobre de quien busca el alma

y no ha tocado las rosas.

 

Pobre de quien ha esperado

esos pasos tantas veces,

pobre de quien no ha olvidado

el río inmenso y sin peces.


Pobre de quien amanece

sin querer la luz que llega,

pobre de quien anochece

sin querer que la luz vuelva.

 

Pobre de quien ha perdido

las flores en el camino,

pobre de quien ya no puede

convertir el agua en vino.

 

Pobre del solo, del triste,

del infeliz, del cansado,

pobre del lazo entreabierto

sobre la nada estirado.

 

Pobre del mar sin orillas,

del río grande sin costa,

pobre del viento a la tarde

que está golpeando la ropa.

 

Pobre de aquel sin palabras,

gestos, versos, gritos, canto,

pobre de aquel corazón

en la garganta encerrado.

 

Pobre de quien no tolera

el peso de lo vivido,

pobre de aquella memoria

sin la gracia del olvido.

 

Pobre del cielo vacío,

del viejo nido sin ave,

pobre de aquel que no tiene

unos versos que lo salven.

 

Pobre de aquel que no ama,

de quien no está siendo amado,

pobre de aquel que no espera,

o no está siendo esperado.

 

Pobre de aquel que no ríe,

pobre de aquel que no canta,

de aquel que esparce la herida

por los rincones del alma.

 

Pobre del cruel, del mezquino,

del carcelero, el cautivo,

del canalla, del farsante,

del impostor, del altivo.

 

Pobre de aquel que no cree

volver a ver en su vida,

en una tarde como esta,

arder la llama perdida.

 

 

domingo, 7 de agosto de 2022

La casa


Un pino y un ciprés
en la ventana,
un puñado de palomas en el cable,
pastillas en la barra,
las llaves y el encendedor.

La luz que viene del este,
el cielo azul recortado por el vidrio,
lo blanco de la casa,
los autos y los pájaros,
las plantas del balcón.

La virgen celeste que me hizo mi abuela,
en yeso amasado,
cáscaras de frutas en la mesa,
el mate intermitente,
en las alacenas el brillo del sol.

El invierno que es implacable en los álamos,
el ruido invisible de las calles,
la gata subiéndose al ropero,
los retratos detenidos,
los libros tirados en el sillón.

La guitarra sin funda y vertical,
desnuda o desarmada,
los libros inmóviles en la biblioteca,
mi vecina alimentando las palomas,
los vidrios limpiados sin amor.

El espejo que no tiene nada,
las puertas cerradas,
el frío de agosto que queda allá afuera,
las formas cuadriculadas del suelo,
las copas vacías de anoche en el comedor.

Todo ocupa un sitio en la casa y en el mundo,
lo que hicimos nosotros
y lo que hizo dios,
sin embargo y apenas atrás de cada cosa
está el sitio inalcanzable en que dios nos abandonó.

lunes, 25 de julio de 2022

Macarena II

 

La sombra que te sigue, Macarena,

la sombra que no te deja oscilar en el vacío como un péndulo,

o en el mar como una pluma,

en el río como un trébol,

la sombra que te saca de la risa,

de la convicción, de la alegría,

quizás también de la belleza,  

la sombra que te vimos una tarde en medio de la luz,

de toda la luz, Macarena,

que a veces es toda la luz,

Macarena,

detrás de un gesto,

la sombra que te ocurre cada vez,

la que te sitia, te hiere,

te socava,

es la que te perfuma, Macarena,

también,

la sombra quizás por la que te amamos,

la que te hace mejor,

mucho mejor que todos nosotros,

la sombra por la que otros amaron a Cristo,

o a Giordano Bruno,

que no pudo amar a Cristo,

esa sombra, Macarena, que te sigue,

que no te deja libre como un péndulo,

como una pluma en el mar,

una hoja en el vacío,

un trébol,

es la sombra que te alumbra, Macarena,

la que te saca del nombre,

también,

de las categorías, de las palabras,

del poema, de los otros, Macarena,

de la tierra,

del agua,

del cielo,

de mí.

 

 

 

 

viernes, 15 de julio de 2022

Macarena

 

Imperfecta,

como las montañas de la luna que vio Galileo,

cambiante, abierta,

como el mundo sublunar que despreció un filósofo griego,

pequeña,

como la hierba diminuta que pisan bajo el sol las uñas de un benteveo,

imborrable, eterna,

como una huella hundida en un sitio al que no llega el barrido del tiempo,

íntima y ajena,

mágica entre las cosas, Macarena, así te veo,

y secreta,

como un sol perdido en el centro del cielo.

miércoles, 22 de junio de 2022

Canción de amor para María

 

¿Te das cuenta, María,

que ya no nos avergonzamos del amor,

del amor pleno, quiero decir,

del amor franco,

ni de nuestra manera sencilla de decirlo?,

¿te das cuenta que hemos recuperado las frases,

las palabras,

la entonación, los modos,

las maneras directas de nombrar sin desprecio

lo evidente que nos pasa por adentro?,

¿te das cuenta que hemos vuelto a escuchar y a cantar,

porque también hemos vuelto a cantar,

y eso es importante,

esas canciones de amor tan encendidas,

tan enfáticas,

tan decididas y esenciales,

de acordes fuertes,

sin vergüenza ni arrepentimiento,

ni culpa, María?,

no sé, pienso, si es a vos a quien debo agradecerlo,

a vos, a quien siempre estoy hablando,

vos de quien de algún modo he aprendido a sentir,

María,

o a la época maravillosa

en la que nos ha tocado vivir,

¿te das cuenta, María, que hemos vuelto

o comenzado quizás,

a decir sin vacilación ni menosprecio

te amo, sin pudor ni jactancia,

no puedo olvidarte, me es imposible,

no puedo más, te necesito,

es tan sencillo, tan real, tan necesario,

María,

esas pulsiones sin matices que hemos sentido tanto,

siglos y siglos,

vos y yo, pero no sólo vos y yo,

y eso también es importante,

decenas de siglos a lo largo del camino de la especie,

y sentirlas de nuevo, hoy, una vez más,

acá,

y decirlas sin vergüenza,

y quedarnos satisfechos, después,

de habernos hablado enteramente,

con sustancia,

con transparencia,

te quiero, no sé qué voy a hacer sin vos,

te extraño mucho,

¿vas a volver?,

esas frases tan sencillas que simplemente

nos dicen más que otras

prestigiosas o bellas de retórica,

de fascinación superficial por el lenguaje,

de metáforas ocurrentes,

palabras inesperadas, oscuras, silenciosas,

de juegos verbales o mentales,

¿te acordás que era a eso, a ese vacío,

a lo que llamábamos poesía?,

y quizás, María, pienso, todo esto nos pasa,

más allá, mucho más allá de nosotros,

porque hoy podemos decir amor sin ironía,

sin cinismo,

pero también sin metafísica,

con inocencia,

decir te amo, quiero decir, como quien dice tengo sed,

siento frío,

calor, soledad, melancolía,

tengo miedo, mucho miedo de que no vuelvas,

nostalgia, tristeza,

terror, felicidad, alegría,

¿sentís el peso de las palabras, María?,

quiero decir, mejor,

¿sentís el peso de eso anterior que está detrás de las palabras?,

lo digo de nuevo,

¿pudiste olvidarte de las palabras?,

¿ahora sí?,

entonces ya está, María,

no tengo más nada para decir.

martes, 7 de junio de 2022

Nocturno VII

 

La primera noche que pasé solo, María,

te lo cuento ahora que ya sé cómo contar,

que ya recuperé las palabras,

los conceptos, las categorías,

no supe qué lado de la cama ocupar, ¿te reís?,

con qué sábanas cubrirme,

qué ver en la televisión,

qué té prepararme,

a qué hora barrer, o comer,

o irme a dormir,

tu ausencia, María, como ves,

tomó la forma de la indecisión,

del desconcierto,

de la bruma,

la soledad entonces fue como un desconocimiento,

una ignorancia,

¿sabés?,

una falta de convicción,

de talento,

de restricciones y de acuerdos,

de órdenes y ceremonias,

la primera noche que pasé solo, María,

¿te habrá pasado a vos lo mismo?,

no supe cuántas hojas de laurel usar en la cocina,

ni cuánta comida preparar,

ni de qué lado de la mesa sentarme,

si sería preciso quitar todas las cosas

o preparar un solo lado de la mesa,

la primera noche que pasé solo, María, claro,

no sé si a vos te habrá pasado lo mismo,

hubiera querido que fuera la última,

la más incómoda,

la más aterradora,

la más solitaria,

la más absurda, María,

y sin embargo hubo otras,

muchas otras,

y no fue fácil acostumbrarme,  ¿sabés?,

a veces quisiera saber si a vos te habrá pasado lo mismo,

a la estabilidad insobornable de las cosas sobre la mesa,

a la falta de vida de las cajas,

de los libros, los repasadores,

las hojas escritas,

el control del televisor,

el nivel del agua de los vasos,

las plantas sin regar,

todo fue pasando de a poco, María,

por supuesto,

lentamente,

la soledad, entendí, es lo insignificante,

me pregunto si vos habrás comprendido lo mismo,

lo irrelevante del sabor apenas nuevo del pan,

del gusto ya conocido del vino,

de una planta reciente,

de un brote que vemos ahí por primera vez,

de un amanecer brillante, soleado,

oscuro u ordinario,

la soledad, María, entendí,

y hubiera querido saber si vos entendiste lo mismo,

es una risa sin eco al otro lado de la casa,

una palabra que se calla de golpe ante la comprensión súbita

de que del otro lado de la habitación

no hay nadie,

¿lo sentiste, María?,

y luego pasa y todo sigue siendo igual,

igual de irrelevante,

de solitario,

de silencioso,

¿te habrá pasado a vos?

la diferencia es que luego, luego, muy luego,

ya casi no duele. 

 

viernes, 27 de mayo de 2022

Nocturno VI

  

Afuera el espacio vacío,

la noche fría e inmensa,

lo abierto, lo vasto,

lo excepcional,

la dura esfera de la luna,

las luces dispersas,

la materia muda y oscura,

el cielo insospechado,

descomunal,

los astros indistintos,

el universo infinito y anónimo,

lo inhóspito,

lo cóncavo y silencioso,

lo inaccesible,

la atmósfera abierta y desnuda,

la noche física,

elemental.

 

Quizás imaginariamente,

adentro,

en esta habitación,

el mantel  verde de la mesa,

un vaso con agua transparente,

unos libros,

la luz encendida,

una mano sobre otra,

vos y yo,

Laura,

creándonos,

de este lado de la moneda de la noche.

 

 

 

lunes, 9 de mayo de 2022

Canción de amor para Laura

 

Mientras dure esta tarde,

este sol que apenas sube ahora por tu barrio, Laura,

te amo,

y podría dedicarte todas,

pienso mientras la luz avanza y nos exhibe junto a las otras cosas,

todas las canciones de amor

que el amor humano ha recreado,

claro que no exagero, Laura, lo sabés,

mientras dure esta jornada, nueva, de zorzales en las ramas,

de palomas,

de sábanas al sol,

de laureles más allá del recuadro apenas suficiente de la ventana,

de ver por primera vez sonreír a una mujer,

atarse el pelo sin amor,

hablar con dedicación de lo irrelevante,

mirar una calle con profundidad, hasta el fin,

girar la tierra con las manos,

sos todo para mí, Laura, ahora,

y no nos falta nada, absolutamente nada,

vos me creés,

porque la verdad es persuasiva, ¿no?,

y por un momento casi quisiera quedarme,

dejarme acá entre tus mapas, tu desprolijidad,

con tu música,

tus plantas sin prestigio,

cuidadas con amor pero sin sabiduría,

lo desnudo de tus sillas,

los papeles de la mesa,

tu belleza,

tu gracia,

mientras dure esta tarde, que crece, digo,

que estira los rombos negros de un alambrado

contra un patio vecino,

que modifica su geometría en el pasto crecido,

que inviste de tiempo la materia y la modifica, imperceptiblemente,

la intranquiliza,

claro que me creés, Laura,

por qué no me creerías,

no he amado nunca a nadie así, de este modo,

y estaría acá toda la vida,

de a ratos siento,

mientras veo caer toda la sombra al otro lado de la calle,

irse los pájaros,

entrar el frío a la habitación,

unirse lo ajeno,

borrarse las líneas de lo individual,

volvernos humildes y homogéneos,

pero el sol es preciso y la tarde se termina, se agota,

lo sabíamos, claro,

y empiezo a irme y sé sin razón ni margen de duda

que no va a faltarnos nada cuando me vaya,

cuando me acompañes a la puerta y me dejes en la noche,

en lo amplio,

en lo abierto,

en lo ajeno,

solo como antes,

cuando vuelva a lo anterior de haberte conocido,

el ruido suave del motor,

los vidrios sucios del auto,

el calor,

porque afuera ya hace mucho frío,

que no vamos a perder nada cuando te pierda, Laura,

por eso nada de esto  es triste, podemos sentirlo,

quizás ni siquiera lo contrario,

no va a faltarnos nada, digo, ni siquiera el amor,

cuando me vaya,

cuando vuelvas a la soledad de la que saliste para encontrarnos,

en lo blanco detenido de la tarde,

en un domingo de mayo que no vas siquiera a recordar,

sin duda,

solamente quedará,

levemente y por un rato,

un olor a otro que empezábamos a querer y acaso incluso a preferir,

entre otros,

en la tela hundida de la almohada,

en el pelo,

en el revés de la ropa,

en la respiración,

un sistema de gestos,

de códigos, de preguntas y respuestas,

que recién aprendimos,

de risas que se sostienen más allá de la risa,

que se sostienen sin ruido, quiero decir,

porque dicen de más,

porque saben otra cosa,

una forma nueva de contemplar lo fugaz,

y de amarlo, por qué no,

no perderemos nada, digo,

cuando nos vayamos,

y no reencontraremos nada, Laura, tampoco, si algún día,

en este mismo patio o en otro,

con estos mismos  zorzales o con otros,

con la misma soledad de siempre,

posiblemente intacta,

volvemos a encontrarnos.

viernes, 29 de abril de 2022

Canción de invierno

 

Este campo,

el verde y el azul,

esta pradera,

el agua y la quietud,

parece, pero no, no están afuera.

 

Estas flores,

lo inmenso bajo el sol,

esta corteza,

las ramas del gorrión,

parece, pero no, no están afuera.

 

Este viento,

las hojas del laurel

girando apenas,

las ramas que pisé,

parece, pero no, no están afuera.

 

Esta lluvia,

el frío y la humedad

sobre la hierba,

las aves que se van,

parece, pero no, no están afuera.

 

Este frío,

las hojas que no vi

bajo esta niebla,

las rosas que perdí,

parece, pero no, no están afuera.

 

miércoles, 20 de abril de 2022

El camino del bosque

                                                                                       a M.G.

Salimos de tu casa, recuerdo, hacia uno de los caminos del bosque,

entiendo que por la calle ciento dieciséis,

adoquines y veredas rotas,

recuerdo haberte dicho que nunca había pasado por ahí,

y no mentía,

todo me resultaba más o menos nuevo,

recuerdo habernos detenido ante un inmenso jacarandá

que parecía desmentir la ternura o la suavidad del resto de los jacarandá que conocíamos,

sobre todo los de la diagonal setenta y tres, dijimos,

y no mentíamos,

menos vistosos, más aceptables o amistosos,

recuerdo que seguimos por ese camino inclinado, curvo,

raro en esta ciudad de líneas rectas y precisas,

hacia lugares que yo conocía menos aún

(porque es posible conocer menos aún que lo que ya no se conoce, dijimos)

y reparamos en el rumbo irreversible hacia el amarillo de los fresnos,

que emigran decididamente ya del verde,

que son invisibles todo el año hasta que llega marzo

y que por un tiempo son hermosos y presentes,

con dedicación, con abundancia, obstinadamente,

reparamos también, claro,

en el olor a viruta sudada que venía de la facultad de veterinaria, creímos,

en el olor a caballo que me sigue desde chico, dije,

en los colores azul y blanco de la bandera de Gimnasia,

pintados con fervor y disciplina en los cordones de las calles,

en los postes de luz, en las paredes y en los árboles,

recuerdo las plazoletas triangulares, los juegos,

y el camino que recibía ahora francamente el viento abierto

al llegar a la avenida de circunvalación,

como si saliéramos de un mundo secreto para ser visibles, públicos, de todos,

(sólo de nosotros estábamos escondidos),

recuerdo haber reparado en las acacias altas de la diagonal setenta y tres

(agradezco tanto haber llegado un día a esta ciudad, de eso  también hablamos),

en un ombú reciente que ya hinchaba sus raíces contra la tierra,

como en rebeldía, o en agradecimiento,

recuerdo las inscripciones rápidas en las paredes de las casas,

amor, venganza, crueldad, admiración, amistad, cobardía,

(¿qué hay detrás de las palabras?)

y la charla que derivó hacia la estética, la literatura, la ciencia, la filosofía,

en esta estación desnuda, dijimos,

recuerdo que cruzamos varias veces de veredas y de calles,

diagonales, paralelas, perpendiculares,

sólo sabíamos vagamente que regresábamos,

que pasamos por una escuela que los dos conocíamos,

y hablamos de eso,

de las historias que conocimos,

de la gracia de ser niños,

recuerdo ese camino de regreso, inhóspito, pausado, perfecto,

(sesenta y cinco, sesenta y cuatro, sesenta y tres)

baldosas, canteros, raíces, baldosas,

muchas hojas ya en el suelo de un color inmejorable,

el olor del otoño y la sombra justa, eran las tres de la tarde, supusimos,

recuerdo un árbol cuyo nombre los dos desconocíamos,

solo, en una esquina,

pero del que admiramos la prolijidad, la discreción, la claridad y el abandono,

también, por qué no,

y lo quisiéramos para un jardín, dijimos

(como si no pudiéramos disentir, ¿no es cierto?),

y no mentíamos,

recuerdo los enanos de jardín en una puerta casi secreta,

la ternura y el horror, todo ahí, en esa piedra,

y yo que recordé la casa de mis abuelos en mi pueblo y un hermoso cedro casi azul

dominando la esquina,

que mi padre tuvo después que derribar,

o que solo se cayó, no recuerdo, o da igual,

ya llegábamos, ¿verdad?

recuerdo (no olvido) los pájaros indistintos que miramos,

los pájaros cotidianos que nombramos,

el gorrión, el hornero, la paloma, el zorzal,

los pájaros que miramos y que dejamos pasar, para qué nombrarlo todo, ¿no es cierto?,

si ya estábamos de vuelta,

recuerdo (no olvido) sobre todo la templanza, la nobleza, la cortesía, la lealtad

(cómo olvidar), la lealtad,

el acuerdo silencioso,

eso no se me cae nunca del recuerdo,

recuerdo, sé que no te puedo nombrar, pero quiero que sepas que no olvido,

recuerdo que los dos sabíamos muy bien aquello de lo que no podíamos hablar,

conmueve, ¿no?,

y no lo hicimos.