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lunes, 15 de marzo de 2021

Elegía VI

 

De pronto mirar hacia un lado,

girar el rostro,

retirarnos momentáneamente de la enajenación

(que llamamos vida),

de preparar el mate, con dedicación,

corregir un examen,

poner la mesa, seriamente,

jugar al ajedrez

(peón dama, alfil f4, caballo f3),

de pronto, decía,

porque suele pasar de pronto,

mirar por la ventana y ver los tilos,

los plátanos moverse,

detrás y arriba el cielo,

la luz del sol,

el canto trabajoso de las chicharras,

preguntarnos por todo esto,

por ese pájaro que duda,

ese hombre que camina,

(está en la vida, tiene sentido),

¿hacia dónde va?

¿sabrá que va a morir?

¿incluye ese instante de cese su vida?

de pronto, digo,

como si otro lo quisiera,

no nosotros, claro,

mirar hacia un lado y cortar la trama,

sin querer,

el hilo delgado, el sentido,

la actuación,

ese estar distraídos,

salir del juego por un rato, digo,

(¿pero hasta cuándo?

¿con qué profundidad?

¿hasta dónde?

¿para qué?),

salir de la vida un rato, decía,

y perdernos en ese mar inmenso,

esa otra vida

(más abierta,

más irrefutable, menos irreal,

más ingenua, más digna,

más cruel),

en ese vacío inmenso, decía,

casi fuera del lenguaje,

(porque el lenguaje es una regla del juego),

perdidos sin saber,

sin poder saber,

como Eva y Ulises, supongo,

mis dos gatos, cuando juegan,

cuando juegan, digo, porque duermen casi siempre

(jugar como los gatos juegan,

 eso quiero decir,

con las reglas de la especie),

mirar hacia el costado, decía,

por la ventana chiquita de la cocina,

ese rectángulo blanco que da a la calle,

y quedarnos así en las hojas temblando,

en los fresnos amarillos temblando,

en la calle que pasa,

en los autos que se apuran,

en esa mujer que regresa,

y volver,

que ha sido breve esta vez,

a la sala del juego,

a la cocina, al ajedrez,

la temperatura está a punto,

la yerba tiene su justo declive,

la bombilla conserva la inclinación preferida,

plateada y oblicua,

la boca que se acerca,

el gusto amargo del agua que pasa lentamente,

sube,

(a veces cerramos los ojos, mecánicamente),

con placer,

por las puertas abiertas de la garganta.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Elegía V


 Cómo es que hemos podido vivir acá,

nosotros, me pregunto,

poner el alma acá, digo,

en esta ciudad geométrica,

cómo hemos hecho para estar así,

quiero decir,

con nuestra alma sin forma,

en esta ciudad trazada con escuadra,

con brújula, a lápiz,

con regla, compás,          

cómo hemos hecho, digo,

al llegar a cada círculo perfecto,

a cada cuadrado, cada triángulo,

para dejar la vida ahí, la vida bárbara,

en esa exactitud, pienso, en ese diseño,

cómo han hecho los ríos,

los bañados, las lagunas, los mares,

 los árboles, cómo han hecho,

para vivir acá,

en estos caminos dibujados,

afectos a la precisión,

al orden, a la medida,

a la proporción,

al Logos, diría un filósofo antiguo, supongo,

si viera esta ciudad tan comprensible,

tan diáfana,

aritmética, lógica, cósmica,

tan sensata,

cómo hemos hecho, decía,

para dejar el alma acá, el alma infinita,

 en esta ciudad tan segmentada,

tan exhaustiva y prolija,

hermosa, inmóvil,

tan lúcida y civilizada,

quizás, por qué no,

también,

como un poema,

tan desfasada de la vida.

 

 


viernes, 5 de marzo de 2021

Elegía III

 

Decí por ejemplo la palabra árbol,

¿sentís la pérdida?,

¿el vacío?,

¿la desposesión?,

¿te pasa que sentís que ahí no va el alma?,

¿que en esa lengua no está Dios?,

probá con la palabra pájaro, laguna, Carolina,

Villa Elisa,

¿te das cuenta?,

¿te duele esa distancia?

¿podés sentir la diferencia?,

¿la ausencia central?,

podemos probar con otras palabras,

 irse, por ejemplo, padre, madre, tilo, aguaribay,

decí en voz alta la palabra zamba,

re menor, 36 y 25, poesía, mujer,

¿podés verlo?,

¿podés sentir la maravilla, el absurdo de decir palabras?,

¿podés ver el espectáculo?,

¿el heroísmo?,

¿la inautenticidad?,

¿podés entrar y estar solo en esa soledad?,

¿permanecer allí?,

¿en ese hueco insalvable?...

entonces ya podés escribir,

le dijo el maestro,

quizás más,

quizás no vas a poder hacer otra cosa más que escribir.

lunes, 1 de marzo de 2021

Elegía II


 A la mañana llenar el cuenco de las manos de agua,

mirar después la fila de flores rosadas en los árboles de la avenida,

llevar la mirada, y en cierta manera la vida, luego,

hacia el cuadrado verde de la plaza, inverosímil casi de perfecta,

buscar adentro mío, después, mientras camino por la casa,

una buena diagonal para el alfil,

una columna despejada para la torre,

un lugar protegido para mi rey,

(juego con blancas siempre que pienso),

encontrar más tarde, en la guitarra, un sol menor desconocido,

que de algún modo vibra en las manos por primera vez,

aunque sea el de siempre,

más dulce, menos terreno, más próximo,

(anoche soñé con terceras, quintas y novenas, otra vez),

escuchar la música de los martillos a la vuelta,

(pienso en un hombre alto con bigotes en algún patio),

llevar la conciencia al agua caliente cuando llega a la garganta,

 ese goce diario,

detenerme después, como atraído,

en los juegos discontinuos de Eva y Ulises,

que se interesan de golpe, parecen divertidos,

y clausuran el juego después, sin pérdida, sin motivo,

(pienso en eso que desde adentro los hace jugar y detenerse, en ese motivo),

 advertir una vez más el placer voraz, impostergable,

 de nombrar las cosas que nos hacen cotidianos,

que nos hacen de este mundo

(superficiales, físicos, hermosos y reales),

en la manera verbal de hacer nuestro lo que no nos pertenece,

lo que no somos y sin embargo nos define,

nos hace presentes,

a la mañana, decía, llenar el cuenco de las manos de agua, y verla crecer,

mirar la fila de flores en los árboles de la avenida, después, como yéndose,

mirar la plaza, luego, tan verde y precisa como toda la ciudad,

llevar a la mente más tarde la belleza,

la maravilla inquieta de un tablero invisible de ajedrez,

todo eso,

¿es que no alcanza?,

¿no?,

¿de veras que no?,

¿no es cierto que no?