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martes, 15 de octubre de 2024

Ir al campo

 

Ir al campo,

abrir la mirada,

mirar un caballo a lo lejos,

lo imperturbable,

lo inasequible,

por todo lo abierto,

sentir todo el cielo,

sentir cómo crece a lo ancho

lo amplio,

lo inmenso,

sentir todo el campo,

perderse en las líneas de cada camino,

llevar a los ojos lo alto,

lo extenso...

ir al campo,

abrir la mirada,

perderse en lo vasto,

unir en los ojos el campo y el cielo,

todo eso preciso,

sólo eso me basta,

eso nada más quiero.


jueves, 26 de septiembre de 2024

No hay nadie más acá

 

No hay nadie más acá,

no sé quién soy,

ni importa siquiera

de qué se trata todo esto,

no sé qué me rodea,

si es que algo me rodea,

no sé qué día es ahora,

no recuerdo mi nombre,

ni mi edad,

ni la coloración de mi pelo,

de mi lengua,

no sé qué busco,

ni qué procura mi vida,

ignoro el pasado,

no sé qué viene después,

he borrado los lunares de la piel,

los cristales de los ojos,

la forma entera de mi cuerpo

se ha borrado,

no quiero nada,

no busco nada,

no oculto nada…

estoy cantando.

miércoles, 7 de agosto de 2024

A Julio Sagreras

 

Tenso una cuerda,

las manos lentas

buscan su sitio.


Ya se distienden

sobre las formas

de la madera.


Y lentamente,

de un vals pequeño

se llena el aire.


Los dedos viven,

una armonía

los guía dentro.


Vibran los hilos,

toda la casa

deja el silencio.


Somos perfectos,

somos felices

ahora mismo.


Y el vals se acaba...

la mano suave

calla las cuerdas.




lunes, 17 de junio de 2024

La soledad

 

No sé muy bien quién de los dos se fue,

casi nunca se sabe eso,

¿verdad, María?...

lo cierto es que un día nos quedamos solos,

vos y yo,

y cada uno,

y yo con el tiempo,

con el largo tiempo creí comprender

que la soledad

no es nada que se parezca

a lo extraordinario,

a lo insólito, a lo inédito,

a lo inhabitual,

que la soledad, al otro lado de eso,

es un vínculo a solas con lo cotidiano,

una imposibilidad secreta,

silenciosa,

de hablarnos de lo nimio,

de lo innecesario,

de nombrar para otro lo insignificante,

cuando el día está por terminar...

que el radiador ha vuelto finalmente a funcionar,

tan tarde que parece otro,

que Eva, casi una víctima de su especie,

está de nuevo por ingresar

al período prehistórico del celo,

porque ya se adivina,

por el maullido,

por la búsqueda indiferente de la proximidad,

por la forma despareja o ritual

de andar los bordes de la casa...

que estoy aprendiendo en la guitarra,

poco a poco,

nuevos estudios del maestro Sagreras,

que con pocas notas produce milagros,

como si hubiera recibido el don

de combinar

de manera perfecta

lo mínimo en el justo lugar,

que experimento día a día,

en el estudio de la guitarra, también,

la magia lenta de la repetición,

la modificación exigua,

imperceptible,

y grandiosa a la vez,

cuando pasa el tiempo

(como para el mundo quiso Darwin),

esa suerte de paradoja de avanzar

por volver siempre al mismo lugar,

para comprender al final,

si miráramos como Dios

(como quiso Borges que mirara Dios),

que nunca nada fue realmente una repetición...

y es que esas cosas, creo ahora,

son la soledad...

porque no quiero contarte lo excepcional,

María,

lo que pasa una vez y para siempre casi

ya deja de pasar, no,

quiero contarte las horas de la luz

que se acortan y se enfrían

en las ramas oscuras del otoño,

en los techos grises,

en las palomas,

en las calles desprolijas del otoño,

que una y otra vez me encuentro

cantando una canción

que le pone palabras esenciales a la vida

que vivo,

mientras pasa,

como si una parte de mí supiera de ella

cosas que aún no sé yo...

o contarte que he descubierto

(nunca me importó, vos lo sabés,

si antes lo han sabido otros)

que la música nuestra

tiene su propia y dignísima égloga,

(y sabés cómo me alegran

esos ínfimos tesoros silenciosos),

como la tuvieron los griegos,

los romanos,

los españoles de los siglos de oro,

y ahora la encuentro en nuestro querido

Manuel Castilla...

esas pequeñeces quiero contarte,

y no puedo, claro,

y es el recuerdo constante,

inapelable y brutal, María,

de que no estás...

esa es la verdadera soledad,

creo entender,

las ganas de poner en palabras

los detalles intrascendentes de lo real...

Nicolás que distraído

y a su pesar

me hace reír en el centro solitario,

absurdo del aula,

Morena que me enternece

desde sus ojos lejanos

y ejerce voluntariamente, creo ver,

el candor y la ternura,

como un arte que secretamente

sabe que posee,

y Sara, que no sabe si quererme

como se quiere a un padre,

a un hermano mayor

o al aura imaginaria de un educador,

y León, que no tiene dudas de que somos amigos...

eso, sólo eso, María,

lo que de algún modo y mil veces

ya te conté,

lo que quizás no importa,

o lo único que importa, en verdad,

lo pueril,

lo repetido,

porque la realidad se repite

con pequeñísimas variaciones,

como sin esfuerzo,

como si no quisiera derrochar

(como para el mundo desmintió Schopenhauer),

y sin embargo nos vuelve a conmover...

como afinar con precisión,

en la voz,

las curvas frágiles de una melodía,

como lograr un sonido pianísimo

en los lindes de una canción,

como despertarse a la mañana y notar

que la noche

ha estado destemplando las guitarras,

en esta ciudad que compartimos,

María,

quisiera decírtelo en el momento,

y después,

y ahora,

y es ahí cuando descubro de nuevo

que la soledad

es ese desamparo en lo habitual,

en lo próximo,

en lo irrelevante,

un desierto chiquito,

porque es eso pequeño

lo que se queda callado y muere

para siempre,

porque vos no estás para escucharlo,

María,

porque hemos decidido, quién sabe quién,

¿y qué importa, no?,

que nos dejemos en soledad,

con estas palabras en la mente,

(si te pasa a vos me pregunto,

y sé que sí),

con estas imágenes sin camino a nadie más...

hablarte de la astucia del deseo,

que vuelvo a constatar,

si llego a un libro que sin saber buscaba,

o si miro fijamente por encima de la cocina

y me quedo observando

las olas sueltas del vapor,

que ablanda la realidad,

los árboles, los autos,

el cielo,

las casas,

o estos acordes nuevos,

estos arpegios que te quisiera mostrar...

porque es esa la soledad, creo,

lo irrelevante que se nos queda,

lo íntimo que no tiene para vivir, María,

a nadie, nadie más…


(te doy una imagen)


en la habitación vacía y oscura,

la música secreta e involuntaria de una cajita musical.

jueves, 13 de junio de 2024

Recuerdo lo húmedo

 

Recuerdo lo húmedo

en los bordes de la lengua,

lo rígido, lo suave,

lo líquido

en los labios,

lo liso, lo curvo,

lo cálido,

en las manos,

lo terso, lo frágil,

lo blando,

lo sustancial,

recuerdo los sonidos,

los murmullos,

los ecos,

las repeticiones,

en la noche sin iluminar,

recuerdo lo rítmico,

lo irregular,

lo sedoso, lo tenso,

lo áspero, lo lento,

lo cadencioso,

lo aromado,

recuerdo lo hermoso,

lo último,

lo imborrable,

lo despojado,

lo insípido,

lo inhóspito,

lo amargo,

recuerdo el silencio,

y el gusto a llanto, luego,

en la boca,

al despertar.

lunes, 3 de junio de 2024

Y vino la lluvia

 

y vino la lluvia…


y la gente caminaba por las calles,

y las hojas se volaban de los árboles,

y los pájaros cantaban en las copas,


y vino la lluvia…


y los vidrios se secaban con el aire,

y los pianos protegían su madera,

y las cuerdas se templaban en las manos,


y vino la lluvia…


y la lluvia dispersó toda la gente,

y la lluvia sepultó todas las hojas,

y la lluvia calló el grito de los pájaros,


y vino la lluvia…


y la lluvia se adhirió a los altos vidrios,

y la lluvia humedeció los largos pianos,

y la lluvia destempló viejas guitarras,


y vino la lluvia…


y nada volvió a ser como era antes,

pues la lluvia fue mojando nuestras vidas,

y nada volvió a ser como era antes,

pues la lluvia no ha cesado todavía...

domingo, 26 de mayo de 2024

Estos pasos

 

Estos pasos,

este frío,

estas plantas,

esta bruma,

estas manos,

este sitio.


Este cielo

gris plomizo,

estos verdes,

estos blancos,

estas aguas

del rocío.


Estos cantos,

estos ruidos,

este tiempo,

esta pena,

este goce

de estar vivo.


Este ahogo,

este sitio,

este viento

que me corta,

este pulso

en que me agito.


Estas yagas

con que piso,

estos fresnos,

estos pinos,

este suelo

que camino.


Estos pasos,

este cielo,

esta gente,

este ahogo,

estas yagas

con que piso.


Es lo poco

que conozco,

es lo único

que quiero,

es la nada

que preciso.


lunes, 8 de abril de 2024

Palabras de amor para una amiga

 

Ojalá que nunca nos elijamos,

me dijo,

el uno al otro para el amor,

hay tantos otros en la ciudad.


Ojalá que cada palabra que te diga,

me dijo,

de amor,

diga lo que dice y no diga nada más.


Ojalá que una tarde cualquiera te llame,

me dijo,

para estar al borde del río,

y no buscar tu cuerpo si te vas.


Ojalá que lo puro no se rompa,

me dijo,

lo inocente de todo,

la sencillez de la amistad.


Ojalá que la vida nos conceda,

me dijo,

querernos así como quien quiere

y no quiere nada más.


Ojalá que nunca nos enamoremos,

me dijo,

pues la amistad es tan bella

y el amor es tan vulgar.

sábado, 30 de marzo de 2024

Quiero morir en la noche

 

Quiero morir en la noche,

con un cigarro encendido en la boca,

con los ojos intrigados,

las manos abiertas y silenciosas.


Quiero morir en el río,

sobre una piedra muy cerca del agua,

el corazón reposado,

las olas blandas que llegan y pasan.


Quiero morir en el campo,

con una hierba mojada en los labios,

oigo las aves volviendo,

huelo el profundo sudor de un caballo.


Quiero morir con mi niña,

que se ha endulzado los ojos celestes,

me ha perdonado ya tanto,

por qué no va a perdonarme la muerte.

martes, 19 de marzo de 2024

Puedo imaginar un mar nocturno

 

Puedo imaginar un mar nocturno,

un mar que crece hacia la costa,

o el polvo suspendido en el aire

que busca el vidrio de las copas.


Puedo imaginar una paloma

herida de muerte por la piedra,

o una flor derramada en el agua

después que ha pasado la tormenta.


No puedo imaginar tu silencio,

el lado estéril de la cama,

la casa sin ecos de otra voz,

la voz que no llega a la palabra.


Puedo imaginar la vía láctea

sobre un campo que sigue hacia el cielo,

las gotas de lluvia de una tarde,

los álamos blandos por el viento.


Puedo imaginar la luna inmóvil

la noche que bailamos en un patio,

o un pie descalzo por la calle,

la tierra convirtiéndose en barro.


No puedo imaginar el regreso,

sin vos al otro lado de la puerta,

sin gesto de risa al despertar,

la casa que aún no está despierta.


Puedo imaginar los filamentos

que envuelven el hilo de una cuerda,

y una guitarra sola en el cuarto,

sola como una playa desierta.


Puedo imaginar un haz de luz

entrando sin esfuerzo por el agua,

un barco varado en altamar,

un pueblo corrido por la lava.


No puedo imaginar los domingos,

la quietud de las noches inmensas,

las cosas que aún llevan tu nombre,

todo lo que te vas y se queda.

viernes, 8 de marzo de 2024

Hermoso es ver los círculos del agua

 

Hermoso es ver los círculos del agua

cuando cae al agua una piedra,

hermoso es ver los dibujos del río

cuando sube de a poco a la arena,

hermoso es ver los círculos del agua,

pero no es alegre, Macarena.



Hermoso es ver el pasado del mundo

en la luz azul de las estrellas,

hermoso es sentir que otro tiempo

viene en la noche que llega,

hermoso es ver el pasado del mundo,

pero no es alegre, Macarena.



Hermoso es ver llegar las golondrinas

a la voz de una orden secreta,

hermoso es sentir en la especie

algo más que cada una de ellas,

hermoso es ver llegar las golondrinas,

pero no es alegre, Macarena.



Hermosa es la expansión del universo

y en lo vasto las galaxias que se alejan,

hermoso es ver después pasar la luna

como un ave indiferente que vuela,

hermoso es la expansión del universo,

pero no es alegre, Macarena.



Alegre era verte bailar por la casa

sin mover los pies de la tierra,

alegre era verte salir cada día

del sueño, de tus ojos con niebla,

alegre era el tiempo con vos,

porque alegre eras vos, Macarena.

viernes, 1 de marzo de 2024

La piedad


Hace un tiempo conocí a un hombre,

sin excesiva gracia,

que seducía mujeres

(o se dejaba sabiamente seducir),

incansablemente,

en lo posible hermosas,

o al menos comprensivas,

se acostaba con ellas,

las quería con locura,

con honestidad,

eso decía,

al menos una noche,

y luego,

a la mañana siguiente,

a la luz ya clara del día,

como en una nueva bienvenida,

casi nuevos,

casi otros,

con la risa nueva en el rostro,

les contaba todo lo inconfesable

de sí,

cosa que con nadie más hacía,

y eso era todo,

y luego,

con una pena ya conocida

o acostumbrada,

y sin lamento,

no las volvía a ver,

nunca más,

pues no toleró nunca, decía,

en sus rostros,

el gesto de la lástima o del horror,

ese lago de sangre,

decía,

en el que nunca se quiso mirar.


Y yo,

que apenas lo podía entender,

nunca supe si condenarlo,

por cobarde o por canalla,

o admirarlo,

por mostrar las migas del horror,

así decía,

la miseria de sí

ante lo que se ha querido,

aunque sea una vez,

y evitar después,

como un ser orgulloso o estoico,

la compasión ajena,

que es otra forma de la propia piedad.


Es posible que ellas tampoco quisieran,

después de todo,

volver a verme,

decía,

y así les evito la deshonra,

el desengaño de la propia bondad,

la horrible misericordia,

el asco, incluso,

la incomodidad de la culpa.


En mí dejó algunos pocos secretos,

muy pocos,

y superficiales

(es decir magníficos,

ideales),

que por otra parte sé que fueron aquellos,

prolijamente hermosos,

increíbles,

que él mismo y cuidadosamente

inventó para sí,

como otro lago,

como una íntima creación.

domingo, 18 de febrero de 2024

Padre río

 

Río,

yo preciso de vos para ocultarme,

para vivir sin mí,

para olvidarme,

para salir de mí,

poco a poco,

para dejarme.


Río,

yo preciso de vos para los ojos,

para pasar por mí

tu gusto a lodo,

para volver a mí,

sin palabras,

vivir sin otros.


Río,

yo preciso de vos como un amante,

puedo vivir sin vos

y puedo amarte,

dejar el corazón,

otras veces,

en otra parte.


Río,

yo preciso de vos como un amigo,

que no mire lo gris

que me ha traído,

y en el agua se va,

otra vez,

lo que se ha ido.


Río,

yo te quiero escribir para borrarme,

para ser una flor

que crece en sangre,

otro río nacer,

otro río,

en otra carne.

miércoles, 7 de febrero de 2024

A la orilla de un río

(Un poema de amor)


Estamos lejos,

los pasos de la orilla

son infinitos.


Vuelco mi mano,

puedo tocar el agua,

pero no el río.



Estamos cerca,

puedo escuchar tus aves,

sentir las olas.


Los ojos fijos,

las luces que te extienden,

tu lado en sombra.



Somos ajenos,

somos la cercanía

de dos extraños.


Sobre tus líneas,

descanso la mirada

color del barro.



Somos lo mismo,

dos seres que han dejado

que Dios los cree.


Me iré al alba,

la noche es un milagro

de vida breve.

domingo, 4 de febrero de 2024

Prefiero el río

 

Prefiero el río,

su cuerpo blando,

la impureza del agua.


No estamos limpios,

como ese río,

que ensucia lo que lava.



Como el sonido,

estamos hechos

de todo lo inaudible.


En algún sitio,

te está llamando

lo mucho que perdiste.



Prefiero el río,

su olor a viejo,

sus aguas derramadas.


Como nosotros,

no sabe nada

de todo lo que guarda.



Somos su orilla,

somos lo ajeno,

por eso nos ignora.


No busca nada,

apenas deja

las algas que lo flotan.



Prefiero el río,

su voz de ave,

su luz abandonada.


Como él crecemos,

bellos y solos,

como él que llega y pasa.



No puede oírnos,

no siente nada,

ni siquiera desprecio.


Cuando te vayas,

llevame al río,

que en el río me duermo.


lunes, 29 de enero de 2024

Que sólo el río es eterno


Todo era inmenso,

todo era paz y armonía,

todo era bueno,

y el río no se movía.


Todo era calma,

todo era luz en el día,

todo era extenso,

y el río no se movía.


Y tu vestido,

y vos sentada en la piedra,

y el río inmenso,

como si nada ocurriera.


Y tus palabras,

tus ojos llenos de arena,

y el río antiguo,

como si nada ocurriera.


No supo el río

la fe creciendo en el tiempo,

ni el miedo grande

de hacer un mundo de nuevo.


No supo el río

que sólo el río es eterno,

ni el fin de todo,

ni el llanto sobre lo muerto.


Todo era inmenso,

todo era paz y armonía,

todo era bueno,

y el río no se movía.


Todo era calma,

todo era luz en el día,

todo era extenso,

y el río no se movía.

viernes, 19 de enero de 2024

Poemas heroicos I

 

Los árboles alineados,

la forma que dibuja la sombra,

el amplio río ondulado,

inocente de todo

lo que a la costa le roba.


Los pájaros invisibles,

los caballos sueltos y lejanos,

las ventanas de otra gente,

la vida breve y ajena

que a veces le imaginamos.


Las notas altas del canto,

la belleza en otros idiomas,

las moras altas del árbol,

el sol cayendo en vano

sobre un lado de las hojas.


La extensa mano estirada

hacia un tren que parte sin deseo,

el amor que llega tarde,

la forma de la Virgen

hecha de musgo y anhelo.


Los versos que recordamos

de otros, tan propios y tan ajenos,

pues Dios nos hizo tan cerca

de todo lo que amamos,

que amamos y no tenemos.