contengo
clamor
del fervor
me deshago y vierto
gotas
la tela sin agua
de súplicas
soplo
sin rezo
y
de mí desisto
me cuido
de adolecer
o
ser
para que crezca
adusta
tibia
la cosa que nace
serena
que no enferme
acólita
la cosa que crece
un ala
me aprisiono
sin roce
jaulas
de mí en otro
me arresto
de gemir me amparo
y tejo
más que destejer
labro
el oro de la trama
o
la pura perla
pulo
para mí la nada
todo
en cambio
para él
el que nace
La nada es el hábitat que nos acoge a todos. La Palabra podría ser la puerta de acceso.
ResponderEliminarQuizá ese sea el móvil más o menos confesado de la escritura, ¿no? En mi caso, excepto cuando escribo, probablemente, descreo también de esa puerta.
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