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lunes, 9 de mayo de 2022

Canción de amor para Laura

 

Mientras dure esta tarde,

este sol que apenas sube ahora por tu barrio, Laura,

te amo,

y podría dedicarte todas,

pienso mientras la luz avanza y nos exhibe junto a las otras cosas,

todas las canciones de amor

que el amor humano ha recreado,

claro que no exagero, Laura, lo sabés,

mientras dure esta jornada, nueva, de zorzales en las ramas,

de palomas,

de sábanas al sol,

de laureles más allá del recuadro apenas suficiente de la ventana,

de ver por primera vez sonreír a una mujer,

atarse el pelo sin amor,

hablar con dedicación de lo irrelevante,

mirar una calle con profundidad, hasta el fin,

girar la tierra con las manos,

sos todo para mí, Laura, ahora,

y no nos falta nada, absolutamente nada,

vos me creés,

porque la verdad es persuasiva, ¿no?,

y por un momento casi quisiera quedarme,

dejarme acá entre tus mapas, tu desprolijidad,

con tu música,

tus plantas sin prestigio,

cuidadas con amor pero sin sabiduría,

lo desnudo de tus sillas,

los papeles de la mesa,

tu belleza,

tu gracia,

mientras dure esta tarde, que crece, digo,

que estira los rombos negros de un alambrado

contra un patio vecino,

que modifica su geometría en el pasto crecido,

que inviste de tiempo la materia y la modifica, imperceptiblemente,

la intranquiliza,

claro que me creés, Laura,

por qué no me creerías,

no he amado nunca a nadie así, de este modo,

y estaría acá toda la vida,

de a ratos siento,

mientras veo caer toda la sombra al otro lado de la calle,

irse los pájaros,

entrar el frío a la habitación,

unirse lo ajeno,

borrarse las líneas de lo individual,

volvernos humildes y homogéneos,

pero el sol es preciso y la tarde se termina, se agota,

lo sabíamos, claro,

y empiezo a irme y sé sin razón ni margen de duda

que no va a faltarnos nada cuando me vaya,

cuando me acompañes a la puerta y me dejes en la noche,

en lo amplio,

en lo abierto,

en lo ajeno,

solo como antes,

cuando vuelva a lo anterior de haberte conocido,

el ruido suave del motor,

los vidrios sucios del auto,

el calor,

porque afuera ya hace mucho frío,

que no vamos a perder nada cuando te pierda, Laura,

por eso nada de esto  es triste, podemos sentirlo,

quizás ni siquiera lo contrario,

no va a faltarnos nada, digo, ni siquiera el amor,

cuando me vaya,

cuando vuelvas a la soledad de la que saliste para encontrarnos,

en lo blanco detenido de la tarde,

en un domingo de mayo que no vas siquiera a recordar,

sin duda,

solamente quedará,

levemente y por un rato,

un olor a otro que empezábamos a querer y acaso incluso a preferir,

entre otros,

en la tela hundida de la almohada,

en el pelo,

en el revés de la ropa,

en la respiración,

un sistema de gestos,

de códigos, de preguntas y respuestas,

que recién aprendimos,

de risas que se sostienen más allá de la risa,

que se sostienen sin ruido, quiero decir,

porque dicen de más,

porque saben otra cosa,

una forma nueva de contemplar lo fugaz,

y de amarlo, por qué no,

no perderemos nada, digo,

cuando nos vayamos,

y no reencontraremos nada, Laura, tampoco, si algún día,

en este mismo patio o en otro,

con estos mismos  zorzales o con otros,

con la misma soledad de siempre,

posiblemente intacta,

volvemos a encontrarnos.

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