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martes, 7 de junio de 2022

Nocturno VII

 

La primera noche que pasé solo, María,

te lo cuento ahora que ya sé cómo contar,

que ya recuperé las palabras,

los conceptos, las categorías,

no supe qué lado de la cama ocupar, ¿te reís?,

con qué sábanas cubrirme,

qué ver en la televisión,

qué té prepararme,

a qué hora barrer, o comer,

o irme a dormir,

tu ausencia, María, como ves,

tomó la forma de la indecisión,

del desconcierto,

de la bruma,

la soledad entonces fue como un desconocimiento,

una ignorancia,

¿sabés?,

una falta de convicción,

de talento,

de restricciones y de acuerdos,

de órdenes y ceremonias,

la primera noche que pasé solo, María,

¿te habrá pasado a vos lo mismo?,

no supe cuántas hojas de laurel usar en la cocina,

ni cuánta comida preparar,

ni de qué lado de la mesa sentarme,

si sería preciso quitar todas las cosas

o preparar un solo lado de la mesa,

la primera noche que pasé solo, María, claro,

no sé si a vos te habrá pasado lo mismo,

hubiera querido que fuera la última,

la más incómoda,

la más aterradora,

la más solitaria,

la más absurda, María,

y sin embargo hubo otras,

muchas otras,

y no fue fácil acostumbrarme,  ¿sabés?,

a veces quisiera saber si a vos te habrá pasado lo mismo,

a la estabilidad insobornable de las cosas sobre la mesa,

a la falta de vida de las cajas,

de los libros, los repasadores,

las hojas escritas,

el control del televisor,

el nivel del agua de los vasos,

las plantas sin regar,

todo fue pasando de a poco, María,

por supuesto,

lentamente,

la soledad, entendí, es lo insignificante,

me pregunto si vos habrás comprendido lo mismo,

lo irrelevante del sabor apenas nuevo del pan,

del gusto ya conocido del vino,

de una planta reciente,

de un brote que vemos ahí por primera vez,

de un amanecer brillante, soleado,

oscuro u ordinario,

la soledad, María, entendí,

y hubiera querido saber si vos entendiste lo mismo,

es una risa sin eco al otro lado de la casa,

una palabra que se calla de golpe ante la comprensión súbita

de que del otro lado de la habitación

no hay nadie,

¿lo sentiste, María?,

y luego pasa y todo sigue siendo igual,

igual de irrelevante,

de solitario,

de silencioso,

¿te habrá pasado a vos?

la diferencia es que luego, luego, muy luego,

ya casi no duele. 

 

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