las hojas que no vimos
las hojas de cuyo árbol las flores no supimos que olíamos
las hojas de otros montes
las hojas para las cuales no sabíamos que nacíamos
las hojas ocres tras las hojas verdes
las hojas secas invisibles en las hojas nuevas
las hojas que no tocamos
las hojas cuyas nervaduras ni siquiera adivinamos
las hojas de otros campos
las hojas sobre cuyo lecho no nos acostamos
las hojas de otras tierras
las hojas cuyas sombras se cayeron
esas hojas
no las otras
nos cubrirán por siempre el íntimo sexo
y..., ¿la hoja del cuchillo?
ResponderEliminarNo sé, Anuar, si las hojas del cuchillo tienen también esa vocación paradisíaca.
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