a Juliana
Juliana me enseñó
que detrás del deseo ruge un miedo.
No, mejor, me enseño que es el miedo lo anterior a toda fuerza.
Que el impulso feroz de la fiera de aparearse, de ese tigre,
es el mismo temor de quedar sin descendencia.
No hay dos caras, siquiera, me dijo, son lo mismo.
No hay deseo que subsista sin la fábula terrible de quedarse en su reverso.
Quiero huir, me dijo, es decir, tengo miedo de quedarme.
No hay dos caras, siquiera, me dijo, son lo mismo.
Buscar el agua y rehuir la sed.
Tengo la boca reseca, ahora que escribo, me muero de miedo.
¿Hay alguien ahí?
Busco un alma, me dijo, que me encuentre.
Un alma muerta de miedo.
Por eso escribo.
Este poema y su reflexión me parecen de una potencia singular. Muy hermoso, poeta!
ResponderEliminarGracias, Susana.
EliminarSaludos.