a Jorge y Mirta, con quienes se escribió
hablo de una trascendencia horizontal,
cotidiana,
de estar en las almas de los amigos,
de ser también alguien que pasa,
o que no sabemos que pasa,
dejar el espíritu en la conversación,
o en el vino, como Cristo,
en un parque,
en una carta,
en la escuela,
me refiero a una trascendencia natural,
espontánea, sin gestos, sin ruido,
a una trascendencia sin farsa,
sin impostura,
quedarse en el gesto de alguien,
en su inteligencia, en su sensibilidad,
en sus modos,
de pronto estar en él sin saberlo,
ser él incluso sin pretenderlo,
quedarse en las cosas,
en un ladrillo, en una casa,
en una constelación, en la llanura,
en el vuelo de una paloma,
trascenderse con generosidad,
amorosamente,
con alegría,
vivir como si no supiéramos
que estamos creándolo todo todo el tiempo,
que somos como Dios,
imperceptiblemente
Tranquilo, bello, imperceptible, trascendente. La interpenetración de las almas a través de la palabra, de los gestos, de algún rasgueo o de un giro. Ah, Cristian...
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