Fue al llegar a la página 25 que notó la falta de una de sus
piernas. A la boca la perdió algo después. Pero no fue hasta promediar la
segunda hora de lectura que advirtió la pérdida de gran parte de su cuerpo. El
libro flotó sin inmutarse hasta mucho después. Desapareció sin prisa, cuando
aún quedaba por leer.
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