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miércoles, 11 de marzo de 2015

Los contemporáneos


El único lector atendible es la posteridad, decía mi abuelo, minutos después de alcanzarle, la cara llena de amable gratitud, un par de cuentos o poemas a los chicos del suplemento cultural del Diario La Hora del pueblo. El suplemento se llamaba, excesivamente, “los contemporáneos”, y era un rejunte de notas sobre alguna película estrenada la semana pasada en los cines de Buenos Aires, de concursos, de premios, y de textos que les facilitaban, con esforzada indolencia, los vecinos escritores, que los había.
El único lector válido es la posteridad, decía, y le palmeaba la espalda y los brazos a los chicos en ambiguo gesto de afecto y deseo de que no demoraran la partida. Esto, si no me justifica, al menos explica mi ocio en vida, decía. Lo otro, lo que quizá jamás yo publique, lo que quizá publiques vos o nadie, es lo que acaso me justifique en serio, si es que esa pretensión no es ridícula. Y la posteridad, ese lector con tiempo, decía, es el único lector que vale la pena. El resto, esas basuritas que publicamos a diario, como todos sabemos y muchos ya han dicho, es como esas chapitas que brillan en los hombros lustrosos de los comisarios y los brigadieres. Un buen lector, decía, por definición, nunca puede ser contemporáneo. Son buena o mala gente, buenos o malos amigos, corteses o despóticos, rencorosos o altruistas,  pero no lectores cuyos murmullos puedan ser tomados en serio. Pero con algo debemos entretener la vida, ¿no es cierto? me decía y me sonreía sabiendo que yo, a mis seis u ocho años poco o nada podría entender de todo eso. Pero hoy lo recuerdo y lo atiendo.
Mi abuelo sacó el Premio Municipal de cuento en el 45. Lo recibió, me contaron, diciendo que aprovechaba el micrófono para agradecer, por supuesto, el “invalorable reconocimiento” (como se ve, mi abuelo nunca mentía del todo) y para decirle al Pelado Monte, carrero, que le debía todavía cuatro arreglos de sulky, una rueda, y dos enganches nuevos. El abuelo era herrero, ya lo he dicho, y de los dos cuadernos rojos que dejó aún no me decido a publicar nada.

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