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lunes, 15 de agosto de 2022

Lamento

  

Pobre del que ha quedado

en un espejo vacío,

pobre de aquel que aunque mira

no ve peces en el río.

 

Pobre de aquel que oscurece

las luces de su ventana,

pobre de quien ya no puede

ver tantas sillas sin nada.

 

Pobre de quien alimenta

palomas en el desierto,

pobre de aquel que está vivo

sólo de miedo a estar muerto.

 

Pobre de quien ha negado

la materia de las cosas,

pobre de quien busca el alma

y no ha tocado las rosas.

 

Pobre de quien ha esperado

esos pasos tantas veces,

pobre de quien no ha olvidado

el río inmenso y sin peces.


Pobre de quien amanece

sin querer la luz que llega,

pobre de quien anochece

sin querer que la luz vuelva.

 

Pobre de quien ha perdido

las flores en el camino,

pobre de quien ya no puede

convertir el agua en vino.

 

Pobre del solo, del triste,

del infeliz, del cansado,

pobre del lazo entreabierto

sobre la nada estirado.

 

Pobre del mar sin orillas,

del río grande sin costa,

pobre del viento a la tarde

que está golpeando la ropa.

 

Pobre de aquel sin palabras,

gestos, versos, gritos, canto,

pobre de aquel corazón

en la garganta encerrado.

 

Pobre de quien no tolera

el peso de lo vivido,

pobre de aquella memoria

sin la gracia del olvido.

 

Pobre del cielo vacío,

del viejo nido sin ave,

pobre de aquel que no tiene

unos versos que lo salven.

 

Pobre de aquel que no ama,

de quien no está siendo amado,

pobre de aquel que no espera,

o no está siendo esperado.

 

Pobre de aquel que no ríe,

pobre de aquel que no canta,

de aquel que esparce la herida

por los rincones del alma.

 

Pobre del cruel, del mezquino,

del carcelero, el cautivo,

del canalla, del farsante,

del impostor, del altivo.

 

Pobre de aquel que no cree

volver a ver en su vida,

en una tarde como esta,

arder la llama perdida.

 

 

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