Buscar este blog

domingo, 16 de diciembre de 2012

El primer hombre


Hubiera bastado observar la ínfima línea de luz azul, la opacidad agrietada en el punto más bajo hace instantes linde inamovible entre el suelo y el pie. Hubiera alcanzado descubrir la superficie cutánea rosada o marrón deslizarse lentamente hacia un sitio ignorado pero ajeno o rebelde a la ley de gravitar. Hubiera sido preciso nada más notar la lenta sombra de la planta de un pie arrojada sin violencia o recién creada sobre el suelo en que recién reposaba o sólo no existía. Hubiera sido necesario apenas mirar más grande luego y descubrir el empeine venoso contornearse persiguiendo sin prisa un movimiento ligeramente antinatural. Hubiera sido suficiente observar el talón despegarse y ampliar la franja de luz azul horizontal trazada y crecida entre el suelo y la planta del pie. Hubiera bastado detenerse en los dedos postergados y ágiles ascender sin esfuerzo ni prisa hacia un lugar descolgado del suelo contra el aire que no se ve. Hubiera bastado nomás entender esa franja larga y blanca de luz, ese gradual aleteo de la línea del arco, la curvatura siempre nueva de la luz, los dedos arqueados y ágiles, el talón en ascenso, hubiera bastado para hacerse de una verdad hasta entonces insospechada. Imposible. El hombre había aprendido a caminar.

1 comentario:

  1. Cuánto le falta aprender todavía para ser realmente hombre, o mejor: ser humano.

    ResponderEliminar