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viernes, 21 de diciembre de 2012

Flota como yo una boya


Fue cuando me quedé sin habla que pensé en cambiar de cansancio.
Ya ves, quedé mal escondido.
Las piernas en cambio que bajan las escaleras no llegarán a ser mujer.
Tal vez.
Quedarme con los labios de cera no fue tan triste como humillante.
Ya ves, me desperté con la boca dormida. ¿Me ves?
Quiero sexo. Pero del bueno. Del otro lado del tapial.
Supuse que los hombres malheridos traían una bala desde la cuna.
Y así es. Así es.
Soportar la esperanza es lo que me aterra. El peso de la tardanza.
Fui cordial con Dios cuando le conté que había muerto sin pena ni gloria.
No quise herirlo en Su Soledad. No fueron tan breves las mariposas.
Ni tan altas.
Necesito dos pechos grandes que me traigan mi efemérides a la cama.
Leer el diario de mañana.
Fue cuando me quedé sin cuerpo que me puse a inhalar.
Y dejé de respirar. Vivir con esfuerzo.
La mente carece para siempre de cosquillas. Y de olor en los pies.
Lamento haberte arrojado al mar. Creéme que lo lamento. Es el precio.
No soy culpable de todos mis homicidios. No me lo van a hacer saber.
La lengua que lamía los helados en la Plaza Raimundo Salazar. Esa.
Ahora crece. Para adentro. Delgadita. Simétrica y sosa.
Flota como yo una boya. Como una boya flota.
El día que me quite la vida no podrán tirar mi carne al río. Ni al mar.
Eso de algún modo es un alivio. Un consuelo.
Coger es la osamenta de todas las cosas.
Una nostalgia boba.

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