...Rembrandt le confesó que su tratamiento del claroscuro
adeudaba menos a Caravaggio
que a las incursiones infantiles en el molino.
Daniel Guebel; “El
griterío de las inocentes”
a quién adeuda una prosa sino a la grupa de un caballo
a un juego de niños en el polvo sin autos
a quién tributar una sintaxis sino a una huella
incansable que sigue hasta un destino
a las maravillas del horror de los insectos
a la incesante práctica del toqueteo y la segregación
a quién debitar un hallazgo en la palabra ungida sino a los
sapos
a las calles atestadas de saltitos revulsivos
a quién más debe una pausa, un tono,
una cadencia que a los pájaros
al sexo entre las acacias
al monte que nos esconde
a ella que nos redunda
a quién adeuda un deseo
a quién sino a la lejanía insobornable del flamenco
y la manifestación aviesa y gritona de los teros....
sí, es cierto, después hemos leído un par de libros
para justificar, para encauzar y reducir
para reemprender o continuar un camino abierto allá a lo
lejos en la infancia
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