como a drácula con la cruz
hay un monstruo al que sólo espanta la palabra,
sin matarlo, claro,
porque la palabra es pacifista,
por no decir inocua, que es herejía,
el monstruo que es sagaz se oculta,
nos segrega credulidad por todo el cuerpo y vuelve
al tiempo
a ser mudo por nuestra carne
a ser en las altas cumbres un águila irrompible
de entrañables hambres,
y así la palabra que vuelve como un escudo,
como vuelve la cruz,
para espantar y nada más como una rama las moscas,
el mosntruo se inclina entonces para atrás,
se finge destruido y parte,
y si nos salva la muerte de algo,
al final,
nos salva de tanta palabra,
la palabra que ha nacido para el espanto,
la palabra que ha vivido para los monstruos
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