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Del otro lado del agua, un hombre me miró con perplejidad. Su flequillo rubio, joven aún, acompañaba con ironía una angustia que le venía de lejos. Pensé qué cosa buscaría del otro lado del agua. Me pregunté si me vería, líquidamente, a través. Me decidí a acercarme muy lentamente y él también se me arrimó. Estaba borroso. Un miedo ya quizá irreparable lo alentaba, pensé. Me acerqué aún más y él también lo hizo. Parecía querer repetir mis gestos. Entendí luego que él también me veía del otro lado del agua. Su figura líquida se diluía apenas. Era evidente que la pena o el terror de su rostro pálido estaban ligados a mí. Quise alegrarme pero no pude. Él tampoco. Empezábamos a parecernos. Llegó de a poco, con esfuerzo, hasta el borde blando del agua. No sé qué pasó luego. Al menos con él. Su último gesto fue un beso inútil contra el límite imposible del lago. Yo, dicen, desaparecí. De él nacieron flores blancas que nunca nadie pudo ver del todo.
Wow... Psicótico... Me encantó.
ResponderEliminarNunca lo había pensado de esa manera. Gracias por la lectura!
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