"y dejó sus restos a los amigos
pidiéndoles sólo paredes para sostenerlos"
(Silvio Rodríguez)
Amanecía poco y mal en el cuarto. Yo llevaba mi enfermedad al lienzo. Una súbita luz increpó la sombra anónima. La acuarela se iluminó con estruendo. Un hombre azul se sobresaltó en el cuadro. Atinó a ser real. Y se apagó. Había finalizado. Cuando quise fijar mi nombre al pie, sólo conseguí un seudónimo vago y risible. Que no se pareció nunca del todo a nada.
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