I
Perico Remón es un viejo pirata de canoa. Viejo, flaco,
largo, solo, Perico sólo roba en el río y de noche. La barba blanca que lo
inviste es el signo que los grandes capitanes de buques consienten, en noches
de luna llena en que esa suave cabellera rala le chorrea y brilla, para arrojar
al río como al descuido bolsas bien atadas de duras galletas. A la mañana
siguiente, y mucho más allá mejor, ese gesto de clemencia se transformará,
ellos lo saben y lo buscan, en su sueño, en un largo batallar de atraco, o en
una aceptación rival de la hidalguía y del coraje, o en una bolsa ya perdida,
cargada de lentas joyas de algún lejano emperador. Y Perico Remón rema, rema
hacia un sitio que claramente, quien haya espiado alguna noche sus viajes
por el manso río, no es un tiempo o un
lugar. Perico rema hacia otra costa. Algunos dicen que está loco, claro, si es
la locura una palabra cara a las mentes precarias. Otros dicen en cambio que no
es del todo cuento que Perico Remón ha sido un pirata bravo en tiempos idos.
Algunos, los menos, dicen que Perico sale a robar de noche, la canoa en el
cuerpo, en estos tiempos raros en los que es tan difícil conseguir un oficio noble
que permita mirar, sin prisa y tan de frente las estrellas.
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