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domingo, 26 de febrero de 2012

El sembrador

En las sierras cordobesas, una tarde nimia de febrero, me crucé un hombre extraño. Debajo de un sombrero de tela blanca, se inclinaba su piel de cobre enrojecido sobre el suelo duro. En su puño izquierdo apretado, lo supe luego, llevaba una semilla. Qué hace, fue mi pregunta. Siembro, su respuesta. Y qué siembra, otra pregunta. Un árbol, su respuesta. Silencio. Él con su labor, yo con mi cavilación. Fui tan precario que le pregunté por qué no lo hacía más cerca del río, en tierra blanda. Este es mi terruño, fue su obvia respuesta. En silencio, me sentí un idiota. El pozo que hizo no fue grande. Tampoco fue mucha la tierra con que cubrió la semilla ni tanta el agua con que la regó. De a poco, se irguió. Ya está, dijo. Observé en silencio aquel ritual hasta que dejé de llenarme la garganta de dudas. Y para qué un árbol acá, largué. Para la sombra, fue su respuesta. Pensé que no hablaría más, pero su paciencia no quedó allí. Notó mi desconcierto y bajó la mano que había alzado para despedirse. También volvió el pie que había alzado para marcharse. Para la sombra, repitió. Cuando tenga la sombra me sentaré a pensar. Pero mi ansiedad fue más rápida que la sensatez. Y hasta entonces, pregunté, y hasta entonces… Hasta entonces esperaré que crezca, dijo. Silencio. Pensar en qué, dije. Dudó. En lo que dicte la sombra, dijo. Ahora sí iba a irse, pero otra vez se detuvo, creo yo, por cierto sentido de la piedad. A mi próxima pregunta le adelantó la respuesta. Había comprendido la obviedad de mi pensamiento, lo elemental de mi lógica. Y si la sombra no dicta, entonces no pensaré, sentenció. Bajé la cabeza. Sentí desconcierto y revelación. Le estiré la mano con sinceridad. Adiós, dije. Él no me devolvió el saludo. En cambio, me respondió algo que jamás yo le hubiese preguntado. Ya sé lo que está pensando, dijo, y tiene mucha razón en hacerlo. Yo asentí. Cómo sé yo que el árbol que siembro ahora mañana dará sombra. Es fácil, sonrió. Muy fácil.

2 comentarios:

  1. ¿Cómo podés convertir un pequeño episodio en un texto que te deja pensando mucho y que te permite ver al hombre que plantó la semilla, entrever su rostro cobrizo,las manos ajadas, el gesto parco? Y además, generarte preguntas: ¿Vivirá el sembrador tanto tiempo como para disfrutar y pensar bajo esa sombra?

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    1. Te respondo tarde. No había visto tu comentario. Pocos son los textos que al cabo de un prolongado tiempo, acepto. Este es uno. Excepto quizás el final. Infinitas gracias, Lili!

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