Todo esto estaba en blanco antes de empezar. Hace un momento
nomás, todo esto estaba en blanco. Alguien tiene que haber frotado la primera chispa, encendido la
primera lámpara. Alguien tendrá que hacerse cargo de este reguero de huellas que
ya nadie sabe, puede o quiere conducir. Alguien deberá responsabilizarse del desierto perdido. Hace un momento el vacío crecía altivo, alto y virgen como la esperanza. Ya no. Alguien dejo grabadas las manos en el
cemento fresco de la nada. Alguien decidió o fue decidido a poner el primer pie del otro lado de la línea de largada de la historia. Y la historia, ahora, ya empezó. En vano será ahora cuestionar el nacimiento, crecimiento y muerte de las flores. En vano la nostalgia de la arena blanca. La melancolía de no haber estado nunca antes. De no haber nacido. Alguien deberá
hacerse cargo ahora de todo esto. Alguien deberá refrenar o encauzar las aguas salidas
de quién sabe dónde. Todo esto estaba en blanco hace un instante. Alguien fue
ensuciando la limpieza blanca, el desierto intacto de manchas que no cesan. El
blanco, antes, invitaba a la utopía, a la idea inédita de futuro. El negro, en
cambio, dice ahora, que la historia ya está sembrada. Y las primeras semillas
darán los árboles, lo sé. Y los árboles atraerán los pájaros. Y los pájaros no respetarán
las calles. Y las calles se reproducirán de gente. La palabra, al fin, recorrerá con impunidad todo esto. Todo esto que estaba en
blanco hace un momento. Habrá sido un error la primera huella. Todas las demás serán el intento desgarrado, desganado, soberbio, canalla, de desmentirla.
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