En la imperfección de su cuarto de estar vivo a medias, un
cuadrado luminoso le atrajo para sí la mueca abarcadora de la oscuridad. No
seremos pobres a costa de ser enfermos, dijo. Una vez alguien lo escuchó del
cuarto de arriba y le gritó fuera, con todo el cariño del mundo. Se recuerda
mal, sí, pero se recuerda. Su futuro carecerá del pasado que ahora mismo,
mientras sopla, destruye en el presente. Está sentado con la savia de una flor a
cuestas. Cuesta salir, piensa, del corazón por la puerta gris y blanca que da
al patio. Cuesta olvidarse de sí y perderse para siempre en una alegría sin
descanso. Alzará las manos ahuecadas luego y quedará otro sitio menos en donde
dejarse blanco. El último soplo lo dará después, luego, justo antes de decir lo
cierto. Su biografía no miente. Lo que se dice literatura, a esa la dejó un día,
el 26 de agosto del año 2006. Aún se acuerda de su último soplo.
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