En la imperfección de su cuarto
de estar vivo a medias,
un cuadrado luminoso le atrajo
para sí la mueca abarcadora
de la oscuridad.
No seremos pobres a costa de ser enfermos,
dijo.
Una vez alguien lo escuchó del cuarto de arriba y le gritó
fuera,
con todo el cariño del mundo.
Se recuerda mal, sí, pero se recuerda.
Su futuro carecerá del pasado
que ahora mismo,
mientras sopla,
destruye en el presente.
Está sentado con la savia
de una flor a cuestas.
Cuesta salir, piensa,
del corazón por la puerta gris
y blanca que da al patio de enfrente.
Cuesta olvidarse de sí y perderse
para siempre en una alegría sin descanso.
Alzará sin paz las manos
ahuecadas luego y quedará
otro sitio menos en donde dejarse blanco.
El último soplo lo dará después,
luego,
justo antes de decir lo cierto.
Su biografía no miente.
Lo que se dice literatura,
a esa la dejó un día,
el 26 de agosto del año 2006.
Aún se acuerda de su último soplo.
Genial.
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