a mi hermano Claudio que me lo dio
Amarillo. Con la cara helada detrás de un cristal prometido que
más que asediarlo lo libera. Temblando apenas como las hojas del río de Ortiz.
Silencioso y pensativo como un cigarro de agua y miel. La melancolía histórica
que lo arrincona o lo bebe es también una forma de ver el mundo desde un sillón.
Es profundamente ideológico el whisky cuando prefiere la baba a la espuma insulsa
de una lengua suelta. Su domesticidad nunca es completa. Tampoco su
pertenencia. Nunca nadie pudo rebajar a nombres el saber exacto y vasto de un
vaso de whisky. Desde el apenas controlado oleaje que nos perfuma y abduce, el
whisky destiñe el hielo que apenas lo subleva. Es casi triste. Casi pálido como
el río de Saer. Apenas depresivo como el amor que se practica en la sintaxis
promiscua de Onetti. Termina en nada pero antes es casi todo. Casi todo lo que importa
está en un círculo profundo de whisky. Casi todo lo que no importa. Amanece
herido o devenido en agua. La noche es su cielo y su límite. Su suavidad
levemente ardorosa nunca es nuestra. Como un gato en el tapial su grito se oye
ero no se sabe. Aunque seamos muchos estamos solos. Como siempre. Lo sabe todo
de mí. Yo apenas lo desconozco y me basta. Su sabor es el de la mejor literatura.
Y aunque la contiene sabe que la prescinde. Dicen que entra semidormido a la
boca. Dicen que vive hasta el estómago. Dicen que tiene varios filos. Yo me
acerco hasta él. Y le busco el que me deja sin ganas de matarme hasta que no se
muera.
Magistral. De una belleza superlativa. Y con el plus de un homenaje sutil a tres grandes. Quiero beber ese whisky: único,inspirador, que me pone alas y me introduce en el túnel del tiempo hacia la nostalgia adolescente de mis primeros e inocentes atrevimientos. Me shockeaste. ¿O fue que tomé varias medidas de más? Sin hielo, porque sigue lloviendo el viernes frío travestido en sábado. Llueve whisky perturbador y mágico.
ResponderEliminarEstás borracha.
EliminarY hacer que el líquido ruede por las paredes del vaso, siempre ancho, para que desprenda ese olor que comienza a embriagarnos antes de embriagarnos.
ResponderEliminarDespacio.
Primero ese ardor que va calentando lentamente la lengua, la garganta.
Después, cuando ya casi no queda nada, de un golpe seco.
Y, por supuesto, solos y sentados en ese sillón.
Ese es el ritual del whisky que nos alarga la vida.
Hasta la próxima medida, al menos.
Tu texto removió muchas cosas que creía dormidas y apareció algo que te traigo aquí. Ya sé que no estoy a tu altura (mido 1,50) pero es mi manera de comunicar.
ResponderEliminarDe ese licor bebí, de su madeja.
Me bauticé mayor , viví la fiesta
con su dulce fogata en mis entrañas
temblor rubio de amores vespertinos.
Fue un tiempo de jardines prematuros
de la espina que hería mi perfume
cuando el pimpollo murmuraba vuelos
de días perentorios y fetales.
Ebria de sol me deslicé en el hielo
tobogán de mujer recién parida
besos primera vez noche de brujas
paladeé el trago brusco del amor
en la última gota, bendecido.
Volví, por un segundo, a la fragancia
a la intemperie de la inexperiencia
un tintinear fugaz de los cristales
enjoyó noche azul mi mano diestra.
Fue mágico y real, inusitado
fue un alud de recuerdos insepultos
la dulce y nostalgiosa borrachera:
melodía de rocas en las olas
marcha nupcial del mar y la distancia.
©Olga Liliana Reinoso
Cariños.
Muy sugerente Un texto lleno de imagenes con aroma saboresy nostalgias Me gustó....Gracias Un abrazo
ResponderEliminarGracias a vos por la lectura. Saludos, Anamaría.
Eliminar