Nací de golpe. Con una lanza en la garganta nací. Con la
cabeza vuelta hacia la sombra de un hombre atravesado en el suelo. Fue debajo
de un árbol y al atardecer. Yo juntaba peras altas para la cena. De pronto no
vi más el peral ni oí más el ruido de las pocas hojas contra el aire frío. Fue
rápido. Por eso no sufrí. Nací con los ojos abiertos y a mi cara le faltaba la
sonrisa. La busqué sin deseo debajo de los otros árboles del campo. Nada de mí.
Nací con los ojos vueltos hacia la fiebre. Fue sin gestos premonitorios. Fue en
un tiempo raro al que no quiero llegar.
es un texto hermoso. me gusta mucho
ResponderEliminarGracias, Irene. Beso.
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