Cuál es el precio de esa imagen, quiso saber. El precio es por lo menos una módica muerte, o una de sus metáforas si quiere. El otro dio la vuelta y amagó a irse. Luego retractó el rumbo y me miró con deseo contenido. Cuánto puede costar una imagen falsa fabricada sobre la base dudosa de su propia persona, dijo. Si usted no estuviera aquí interesado en comprar un retrato de mí esta imagen en efecto no valdría nada, dije, pero usted insiste en dejar su pie en esa baldosa floja y eso como sabrá aumenta el valor de la imagen. Se fue. Yo volví a mi pintura inacabada. Trabajé mucho en ella. Dejé listo el autorretrato cuando entre mi cara en el espejo y él, yo lo sabía, hubo cientos de miles de dólares de distancia. No tardaron en venir a comprarlo. Vinieron a encarecerlo durante años. Lo vendí cuando empecé a notar que la baldosa floja en la que los hacía detenerse, lejos, se tambaleaba. Además ya tenía otro retrato de mí en camino. Un hombre amargo lo colgó en su casa, dicen, y le gusta verse en él. El título de la obra, es cierto, fue ambiguo.
Hermoso texto, lleno de sugerencias y ambigüedades. Generoso Cristian, gracias por hacerme trabajar
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