a Jorge, que me lo dijo antes
Hay un momento en la vida de todo escritor, en el que se atiende una voz, o un silencio, interior, que le revela que ya no será Borges o Shakespeare. Puede ocurrir en la admiración de una lectura, en los tropiezos de una escritura o en una tarde ajena al oficio. A unos les llega pronto. A otros, vanidosos o tenaces, nos llega un poco tarde. Ese día en que se apaga algo, y lo lamentamos, también algo brota, y calladamente lo celebramos. No sé si llamarlo quietud, salud, o serenidad.
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